EL BASTON
Al ingresar a su domicilio, desde fondo de la sala cual tenue lucecita su madre sonriendo caminaba lentamente hacia su encuentro. Él se quedó mirándola algo sorprendido, es que hoy la veía por primera vez caminar apoyada de un bastón, la notó cansada soportando los embates y el peso de sus ochenta y cinco años.
Disimulando su sorpresa, depositó un tierno beso en su mejilla con emoción y alegría de hijo agradecido, a la vez que alegremente la ensalzaba resaltando su belleza, fortaleza, y buena apariencia, la madre siempre sonriente agradecía el gesto de su engreído. Sin poder evitarlo, el hijo recordó los días de su infancia, la imagen de mamá; llena de bondad, de ternura, alegre y jovial, la que casi nunca descansaba, la que parecía poseer energías inagotables.
Esa imagen siempre lo mantuvo, quizá por que aun adolescente partió del ceno familiar hacia la capital del país en busca de superación.
No fue fácil para Él, sobresalir y conseguir sus objetivos, la vida en la capital para un joven provinciano es dura y muchas veces muy triste, a cada instante escuchaba su canción preferido; “El Provinciano” de Laureano Martinez, interpretado por Luís Abanto Morales que lo había echo su himno: “Las locas ilusiones me sacaron de mi pueblo/ yo abandoné mi casa para ver la capital/ como recuerdo el día feliz de mi partida/ sin reparar en nada de mi tierra me alejé/. Y mientras que mi madre/ muy triste y sollozando/ decíame hijo mío/ llévate mi bendición. Ahora que conozco la ciudad/ de mis dorados sueños y veo realizado…”
Esporádicos eran sus retornos al hogar y al hacerlo se regocijaba con el calor agradable de la familia y los gestos amorosos de sus hermanos que extrañaban mucho su ausencia.
Por motivos de trabajo su alejamiento se hizo aun más distante y en cada visita a casa notaba a mamá algo cansada, su fortaleza decrecía, sus cabellos teñíanse de plata, pero su cariño y amor seguían siendo oro puro para sus hijos.
Pasaron muchos años, Dios ha querido que mamá viviera en casa de su querido hijo acompañada, de su adorada esposa y su hija, es precisamente ella su nieta, la que la regaló el bastón que hoy está estrenando con alegría, solo que cada golpe del bastón en el piso es como golpes que le llega al corazón, y le hacen añorar los momentos de su infancia. Lo que le reconforta es verla bien de salud, siempre alegre, dispuesta a prestar apoyo a todos a pesar de sus limitaciones; sin duda, lo más importante es que con su presencia ilumina su vida.