Ni me lo creo yo, ni se lo crean ustedes. Esa milonga de que Federico Jiménez Losantostiene los días contados, solo responde al profundo deseo de unos competidores mediocresa los que les gustaría, en nombre de no se qué Inquisición,que enviaran a la hoguera al comunicador aragonés. Pero les aseguro que de eso nada de nada. Los obispos dueños ellos de la escuchada COPE pueden tener muchos defectos, pero es una evidencia que no son una pandilla de estúpidos, y desde luego que si derribaran el púlpito de Losantos,demostrarían ser unos descerebrados de grado uno. El locutor franquicia de COPE, genera multitud de filias y enormidad de fobias, que sumadas, le rinden a la cadena un cuasiliderazgo en las ondas, que repotan unos dividendos que dificilmente podría generar ningún otro. Y eso lo saben los señores obispos. Es probable que a algún purpuradole gustaría meter bazaen los guiones, las formas y los chascarrillos de Federico,pero eso es tan complicado como lo de la aguja y el pajar. Los directivos y los trabajadores, con sus respectivos sindicatos, saben, que decapitarar al señor Losantossería tanto como matar la gallina de los huevos de oro, y no debemos de olvidar que el oro, con el incienso y la mirra, forman parte misma de la historia de la Iglesia desde el principio de los tiempos. Lo que resulta absurdamente paradójico, por lo ridículo, es que señoras y señores que no han pisado la iglesia desde su primera comunión, exijan a la patronalde COPE que sean fieles con un Evangelio que ni conocen, ni practican y por lo tanto no respetan. El cinismo está muy parejo por ambas partes, pero sin embargo los millones de oyentes solo están de parte de uno, y eso ciertamente inclina la balanza. Jimenez Losantospodrá gustar o no gustar, pero afortunadamente no supone un gran esfuerzo mover el dial e irte a la competencia...esas son las ventajas de la libertad de expresión. O no.