Todas las sociedades son, a su manera, seres vivos. Entidades que son más que la suma simbiótica de los pequeños organismos que las crearon y las componen –usted y yo-, y que reaccionan ante los estímulos externos de distinta forma, como si fueran colonias de hormigas en cuyo comportamiento se advierten signos de inteligencia propios que no se dan en sus individuos considerados aisladamente.En nuestro caso, hemos hecho de la sociedad occidental un ser a nuestra imagen y semejanza, un niño pequeño consentido y acomodaticio, propenso a la enfermedad y al trauma, sin los redaños suficientes como para afrontar el sufrimiento –y el gozo- de que se compone la vida.Este ser, que tomó conciencia de sí mismo seguramente a principios del XVIII tiene su propia psique, una psique débil y manejable, que en ocasiones ha vivido de sus propias fantasías –como en todas las crisis financieras que hemos vivido en los últimos siglos-, en ocasiones del abuso de sí mismo y del descontrol –los felices setenta-, de las tensiones internas y la pulsión autodestructiva –la guerra fría-.Tal vez a causa de estas fases de su propia caótica historia de desarrollo personal, nuestra sociedad tiene en la actualidad enormes problemas para asumir y afrontar la realidad y así, mientras por una parte se obstina en la negación de los dramas que la rodean, del dolor que causa, del peligro en que se encuentra, de la fantasía que vive, otra parte pugna por asimilar los acontecimientos traumáticos, darles una forma digerible.Al igual que los secuestrados desarrollan el síndrome de Estocolmo como mecanismo de supervivencia, así nuestra sociedad tiende a desarrollar sus propias estrategias.En otro artículo se defendió la idea de emplear contra Al Qaeda herramientas propias de la guerra de marcas, lo que nos valió severos calificativos por parte de algunos .Pero, mientras escribo este artículo tengo en mis manos un mechero, adquirido en un mercadillo de un polvoriento pueblecillo del sudoeste de Afganistán (recuerden este dato). Es de plástico amarillo, cutre, seguramente fabricado en China por la filial de una empresa americana. Tiene un pequeño botón en la base que, al ser pulsado, activa una linterna led, como otros muchos de su clase. La diferencia fundamental es que, si la oscuridad es suficiente, puede verse proyectada en la pared la imagen de Osama Bin Laden, enmarcado en un círculo colorista, casi pop.Lo significativo no es la procedencia de este objeto, sino el efecto festivo que tiene en todos los occidentales que han visto esta pequeña pieza de merchandising terrorista.Cuando la yihad se viste de colores pop, se disfraza para la fiesta del orgullo gay? (¡esto es la guerra santa, pirataaa!)