Las metáforas pueden ser peligrosas cuando explicas una idea, así que intento manejarlas con cuidado en este blog. Pero el problema es aún mayor cuando intentamos entender el universo. Después de que Maxwell desarrollase sus famosas ecuaciones, que interpretaban la radiación electromagnética como ondas, fue inevitable preguntarse en que medio se propagaban dichas ondas. Se le llamo éter y es un buen ejemplo de una idea fracasada que renace una y otra vez.
La idea del
“Horror vacui” o, traducido libremente, "la naturaleza odia el vacío" era una parte importante de la física aristotélica. Servia tanto para criticar la teoría atómica como para llenar el espacio mas allá de la Luna. Ese espacio estaba ocupado por el éter, o quinto elemento, una materia más pura, perfecta y ligera que los cuatro elementos terrestres. Desde otro punto de vista, también era una invención sin ninguna prueba a favor o en contra. Una afirmación que resultó difícil de eliminar ya que contaba con el apoyo de Aristóteles. Esta teoría empezó a resquebrajarse en 1643 cuando Evangelista Torricelli inventó el barómetro y, de paso, creó un pequeño vacío en su parte superior. Curiosamente, la luz podía atravesar esa región pero el sonido no se transmitía a través de la misma. Esto es debido a que el sonido es una onda de presión y necesita de un medio que se deforme para transmitirse. Y no, las explosiones en el espacio no hacen ruido.

La Tierra desplazándose a través del éter. Fuente: Wikipedia
¿El éter era capaz de atravesar todos los materiales para llenar ese hueco?. Los físicos creían que si. Algunos como Newton o Huygens necesitaban de un medio como el éter para apoyar sus ideas que explicaban la luz como onda. El problema es que las diferentes teorías implicaban propiedades cada vez mas extrañas para el material. Algunas lo definían como un gas sutil mientras en otras debía ser un sólido con máxima rigidez. Incluso había teorías que lo definían como un material muy rígido a altas frecuencias, como las de la luz, pero muy fluido a las "bajas velocidades" de un planeta que lo recorriese. Siempre sin pruebas suficientes de su existencia.
En 1887, Albert Abraham Michelson y Edward Morley realizaron el experimento definitivo para intentar demostrar la existencia del éter. Buscaban medir minúsculos cambios en velocidad de la luz al cambiar la posición de la Tierra respecto al supuesto éter. Para su sorpresa descubrieron que no existían. Era el final de una larga serie de experimentos cada vez mas precisos que apuntaban en la misma dirección. Esta “prueba por fracaso” fue analizada sin descanso mientras se proponían diversas explicaciones alternativas. Ninguna resulto convincente. En 1907, Michelson y Morley recibieron el premio Nobel por su experimento. Definitivamente, no era necesario ningún medio para permitir la propagación de las ondas electromagnéticas porque eran muy diferentes al sonido o a las olas de mar. La idea del éter quedo descartada y el vacío, finalmente, libre de cualquier materia extraña. Solo unos pocos átomos dispersos tan difíciles de eliminar como llegar al cero absoluto. ¿Para siempre? En realidad no. Años después, el desarrollo de la mecánica cuántica llevo a pensar que algunas partículas se creaban y destruían de forma continua. Apareciendo de la nada como si la naturaleza realmente odiase el vacío....
Esta anotación pertenece a la serie "20 ideas que fracasaron".
Fuente:
El invisible éter