Un ser vivo es tan distinto a una roca que resultaba difícil explicar su aparición. Recurrir a Dios servia como causa inicial pero, ¿Cómo explicar cada bichito de suelo? ¿de donde salían los gusanos de la carne envejecida? Enfrentados a este problema hubo quien sugirió que la vida surgía espontáneamente a partir de materia inerte. Como el oxido aparece sobre los metales. Claro que esto llevaba a curiosas conclusiones.
La teoría de la generación espontánea de la vida es un perfecto ejemplo las limitaciones del pensamiento pre-científico. Ante un hecho que eran incapaces de explicar, los antiguos filósofos consideraron que la aparición de la vida era una característica natural de ciertos objetos. El agua moja porque es húmeda y la vida surge de los alimentos en descomposición por su propia naturaleza. Aunque hay propuestas anteriores, seguiremos la costumbre en esta serie de empezar por Aristóteles. Él sugirió que algunos animales como peces e insectos surgían espontáneamente de la humedad, el sudor y el rocío.
Naturalmente esta teoría tenía muchas limitaciones. La primera es que un bebe no surge espontáneamente. Estaba claro que la teoría no era aplicable a las formas de vida complejas. Sin embargo, no estaba claro cual era el límite. En una época tan tardía como el siglo XVII, Jan Baptista van Helmont sugería la siguiente receta para crear ratones: “Coloque ropa sucia en un tonel con unos granos de trigo y en veintiún días aparecerán ratones masculinos y femeninos totalmente desarrollados” Van Helmont fue un brillante científico, según las normas de su época, pero creo que debió vigilar mejor sus experimentos y aislarlos del exterior.
La curiosidad por catalogar y separar los organismos “simples”, que se creaban espontáneamente, de los “complejos” fue la cuña para desmontar totalmente la teoría. El primer paso en ese sentido lo dió un médico italiano llamada Frascesco Redi. utilizando un simple pero brillante experimento. Coloco algunos trozos de diversas carnes en frascos cerradas y otro similares en frascos abiertos. Todos los trozos se pudrieron con el tiempo pero únicamente en los abiertos aparecieron larvas de insectos. ¿Cuestión resuelta? No, realmente. Sus críticos culparon a la falta de aire por lo que repitió el experimento utilizando solo un fino trozo de gasa para cerrar los frascos. Nuevamente, la carne se pudrió pero los insectos no aparecieron.
Frascos de Redi. Fuente original
Sin embargo, el tema no estaba totalmente cerrado. Además de gusanos, hay muchas mas cosas que pueden aparecer en una carne en descomposición. Quedaba por explicar ese proceso junto con cambios tan positivos, pero extraños, como la fermentación que daba origen a la cerveza o al vino. El primer paso lo dio Anton van Leeuwenhoek . Armado con su microscopio, demostró que gorgojos y pulgas nacían de diminutos huevos. También pudo observar las primeras bacterias, diminutos seres vivos de tamaño celular y capaces de reproducirse. Estos seres ocupaban cada resquicio y solo eliminándolos podría evitarse la putrefacción. Fue otro italiano, Lázaro Spallanzani , quien demostró que sellando los recipientes y calentándolos por un periodo prolongado se impedía su crecimiento. Pero hubo que esperar hasta el siglo XIX, para que Louis Pasteur demostrase que la fermentación también tenía su origen en la actuación de microorganismos. Un proceso conocido durante milenios tenia, por fin, una explicación científica.
La búsqueda de métodos para la conservación de los alimentos se desarrolló, indirectamente, gracias a estas investigaciones. Podemos agradecer nuestras conservas al hecho de que la vida no surge espontáneamente.
Esta anotación pertenece a la serie 20 ideas que fracasaron.
Fuente:
La generación espontánea de la vida