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Buenos días, doctor

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–Buenos días, ¿qué se le ofrece…?

–Hombre, pues así, a priori, se me ofrece una tapita de ensaladilla rusa con una birra, alias cervecita.

–¡Desde luego, lo que tiene uno que oír aquí, joder!

–Pues no, la verdad que ahora mismo no me apetece joder. Más tarde quizás.

–¿Pero usted no se da cuenta que está en un recinto sanitario…?

–Bueno, pues a ver si es verdad, y no me despacha la ensaladilla caducada. Venga, dígale a la cocina eso de: ¡Marchando una de ensaladilla!

–Pero señor mío, que es yo soy médico.

–Ya lo sé. ¡Qué mal están valoradas las profesiones en este país! Mire que usted, todo un médico, estar despachando ensaladilla en este cuchitril.

–Sí, vale, esto es un cuchitril, de acuerdo, pero yo es que me dedico a la medicina. ¿Sabe?

–Ah, pues nada, deme una caja de aspirinas, por fa.

–Que no, que los médicos no nos dedicamos a despachar medicinas, sino que estamos aquí, supuestamente, para atender a los pacientes.

–Pues eso mismo es lo que es un servidor: un paciente. Y bastante paciencia que he tenido con usted, porque ya le he dicho antes que lo que quiero es una tapa de ensaladilla, y usted ni puñetero caso. Y con una birra, no se le vaya a olvidar.

–Pero bueno, ¿usted está o no está enfermo de algo?

–Pues no señor; gracias a Dios, un servidor está muy sano.

–¿Y entonces a qué ha venido al ambulatorio, cojones?

–Pare el carro, porque de entrada este ambulatorio no se llama Cojones, que se llama Pilar Bardem, porque para algo ha estado desgobernando la Izquierda Hundida en los últimos meses.

–Pero, señor mío, para venir aquí hay que estar enfermo, tener algún dolorcito, o qué se yo... ¿Usted por qué ha venido?

–Pues porque me mandó mi señora. Mi señora es que disfruta cantidad viendo programas chorra de la tele; y como el otro día le dijeron los capullos televisivos que los mayores de cincuenta años, mi caso, seguro que padecíamos todos de próstata, colesterol, azúcar, principios de demencia, incontinencia de orina, flatos, indicios de cánceres varios, glosopeda, intransigencia testicular, blenorragia, flaccidez de pito, y muchas cosas más; pues me mandó aquí. Con la advertencia de que si no venía, me capaba sobre la marcha. Y es muy capaz, señor doctor, porque ella es marxista feminista de toda la vida.

–Bueno, bueno. Pues sí que está usted jodido. Voy a hacerle la histeria, digo la historia clínica. ¿Usted fuma…?

–Pues claro que sumo. Y también resto, multiplico y divido. E incluso hago la regla de tres simple. Raíces cuadradas ya no, porque…

–Que no, caramba. Lo que le he preguntado es si fuma, o sea si consume tabaco.

–Pues sí, una barbaridad. Siempre le pongo Tabasco a todo. Hasta a la ensaladilla le pongo Tabasco. Por cierto, ¿viene o no viene ya la ensaladilla que le pedí…? ¡Cuidado que tienen ustedes pachorra aquí, caramba!

–Bueno, pues nada, voy a hacer como que no he oído eso ultimo. Vamos a ver, ¿bebe usted a menudo…?

–Uf, una barbaridad. Hasta el agua de los floreros me bebo; pero es para hacer rabiar a mi señora, ¿sabe?

–Ya. Pero yo me refiero a que si usted consume bebidas alcohólicas.

–Pues claro que sí. ¡Faltaría más! Y cuanto más alcohólicas, mejor. Unas dos botellas de vino me tomo yo todos los días. Sin embargo en las fiestas de guardar, pues no. En tales fiestas, como es natural, sólo me tomo la tensión… ¡Anda, que lo engañé! No, lo que me tomo en tales días son tres botellas, y la complementaria.

–¡Anda, coño!

No, eso no, en absoluto: La bebida blanca, ni la pruebo. Llevo desde el siglo pasado, que se entere usted, sin probar la leche. Pero me encanta la ensaladilla, ya ve usted. O sea: ¿viene o no viene esa tapa de ensaladilla que le pedí? Y la birra también, claro está.

–Sí, por supuesto; ahora se la pido a la camarera, digo a la enfermera.

–Pero que tenga pimientos morrones, ¿eh? Y también sucedáneo de cangrejo.

–Pues claro, está usted en su casa, digo restaurante, digo ambulatorio. Pero mire, por la cosa de la profesionalidad y eso, ¿me permitiría usted que al menos lo ausculte…?

–Ah no, mariconadas no, señor mío. ¡Hasta ahí podríamos llegar! Que parece mentira que con el pedazo de enfermera que tiene usted ahí fuera, que está buena de verdad la puñetera, se dedique usted a meterla en lugares inapropiados. Y además, sepa usted que padezco de almorrana.

–Pues enséñemela, por favor, se lo suplico, para poder sentirme realizado en mi profesión…

 

Buenos días, doctor

Fuente: http://japadron.blogspot.com.es/
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Autor: JAPSABINA
Enviado por JAPSABINA - 19/04/2012
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