Y vuelve a girar la moneda de la suerte
¿cara o sello? solo Dios sabe en que caerá,
La cara aununcia que se espera la muerte
y ¡el sello! que sobrevivirá.
Ya la desconosco; ya no se quien es ella,
¿de su mirada? ya no queda nada,
de la luna plateada que se reflejaba bella
sobre su mirada, ya no queda nada.
Aunque esté enfrente mío la desconosco,
aunque me mire a los ojos la desconfío,
y ahora es ella quien me está volviendo loco,
y ahora es ella quien me está calmando el frío.
Es doncella de la noche
y luz de madrugada,
ella me llena con el derroche
de la luz en su mirada.
¡Por fin!, a mitad del poema terminé de escribir,
la moneda a termindao de caer,
¡ha sido cara! no ha de sobrevivir.
Sus labios enmudecidos me dicen ¡ya es tarde!
sus ojos entristecidos la delatan, ¡ella arde!,
en lagunas de ensueño está diluviando,
y su vida de sombras se está inundando.
Una rosa le entrego en sus manos
y la recibe con desdén,
me dice que las notas se están acabando
y sus ojos se nublan, ¡ya no ven!.
Pero a pesar de todo, aún la adoro,
aunque diga que nunca luché por ella,
a pesar de todo, ella vale mas que el oro,
y aunque muera seguirá siendo bella.
Ya palidecida, y con la mirada perdida,
su alma asciende al cielo eterno,
Ya con la conciencia disuelta y la locura desmedida,
su recuerdo, se lo está llevando el viento.
Fuente:
CARTA DE UN POETA
