| | Gaturro... | | |
| | Que odio que me da cuando me llegan este tipo de cadenas...
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| | | | Castillos en aire es una canción de Alberto Cortez, aunque sus canciones, se pueden definir como poesía pura.
Emilio Salgari fué un escritor, y su obra principalmente fueron novelas de aventuras. De una de ellas, "Los tigres de Mompracen" esta la base del personaje SANDOKAN. Me parece que también era periodista, pero no estoy muy seguro. Era italiano.
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12.19.14.15.10
Cale ndar Round:
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Baktun-13
countdown: 1849:20:32:
Un beso para tod@s...
ESTRELLITA, tranquila...¡estamos todos más que liados con los trabajos! Cuano quieras estaré encantada...
ROUS, cielo, mejórate...
MARQUESI TA, los besos de siempre, multiplicados.
MANCHEGO, ¡mira que te estaba vigilando,¿eh?!...Bell& iacute;simo todo lo de mi Federico...Lástima...
PELOS, gracias...
ATENEA, un montón de besos también...
CHESCA... , maravilloso todo lo que hablamos...
MIKEL, recibido todo...gracias
TIO TOMÁS, con razón no adelgazamos...¡con esos desayunos...!
DIANA..., ¡ARRIBA LOS CORAZONES!
Y AHORA OS PEGARÉ EL CALENDARIO AZTECA. EL DÍA EN QUE SE ENCONTRABAN SEGÚN SUS CUENTAS...
LA VERDAD ES QUE, FÍSICAMENTE, ES UN MONOLITO BASÁLTICO QUE PESA 25 TONELADAS...LA BELLEZA OCULTA LA DIFICULTAD DE SU ESTUDIO....PERO ES TAN HERMOSO...
Lady
.......... ......................
gracias !!!
me has reconciado conmigo mismo ....
jajajajaja
w.
Un tipo muy tranquilo, estaba cagando en un baño y
comienza a leer los graffitis en las paredes y descubre
uno pequeño en la puerta del baño, como no llegaba a
leerlo se empieza a estirar y a levatar el culo del inodoro
al final consigue leer que decia:
Estás cagando fuera !!!!!
jajajajaja
saludos
w.
pos el ordenador aquí en casa me detecta varias conexiones, pero me pide clave, jajaja Igual es gratis tambien jaja! besote si el vierne me toca el cpón d la once, entonces voy seguro, jejeje.
Hasta luego Estrella la conexión de Vitoria es por antenas, y me va bien
pero pagar otra conexión sería pagar mucho ya.
en Logroño a ver si se pone entre varios y sale bien de precio,
si no,
me conformaré con este, que me sale gratis, jejeje no queria irme sin saludarte. todavía queda una semana, jajaja
a ver si al final puedes mejor sin cables jaja funciona como por arte de magia.
chiquilla me voy que me esperan . besitos guapa! la conexión aquí y en vitoria la tengo bien, en casa de Logroño sigo sin tener, y no se si al final pondremos no depende de mi, 85) Hola PElos, hola Estrella Q tal andais guardianas d la mañana!!! jejejeje
Pelos, al final se me ha vuelto a caer el viajecillo a Bilbo, por lo q otra vez será, si es q cuando las cosas se tuercend dsd el principio mal andamos. lo de las conecsiones del ordenata o le pegaste el cate jaja? Que tomaste ya el cargadito? 80) Por si quereis el 3 capitulo ¿Quien era Emilio Salgari? chao! 79) Bon dia! Buenos dias! Dia soleado aqui y muy claro, pena que sean tan cortitos en esta epoca del año.
Tiotomas gracias por el desayuno , pero sigo sin encontrar las tostaditas, bueno cogera pa amb tumaquet.
Manchego perfecto acertaste te llevas el premio y el segundo capitulo de Juan Gaviota, efectivamente es el codigo de Aviacion y Navegacion.
Y decirte que el poemas que pusiste de Castillos en el aire precioso.
Gracias Francisca por lo alumbrar me ha encantado esa expresion.
Ivana, Anita,Kritikal, Grazie Mille por los videos buenisimos.
Lady cariño en breve contesto ando liadilla.
Pelines has visto los dos burricos estan a la par jaja tenia razon.
Besitos y que tengais un bonito dia.
Y dejo el premio jaja!!
Capitulo II
Cuando recobró el sentido, era ya pasado el anochecer, y se halló a la luz de la Luna y flotando en el océano. Sus alas desgreñadas parecían lingotes de plomo, pero el fracaso le pesaba aún más sobre la espalda. Débilmente deseó que el peso fuera suficiente para arrastrarle al fondo, y así terminar con todo.
A medida que se hundía, una voz hueca y extraña resonó en su interior. No hay forma de evitarlo. Soy gaviota. Soy limitado por la naturaleza. Si estuviese destinado a aprender tanto sobre volar, tendría por cerebro cartas de navegación. Si estuviese destinado a volar a alta velocidad, tendría las alas cortas de un halcón, y comería ratones en lugar de peces. Mi padre tenía razón. Tengo que olvidar estas tonterías. Tengo que volar a casa, a la Bandada, y estar contento de ser como soy: una pobre y limitada gaviota.
La voz se fue desvaneciendo y Juan se sometió. Durante la noche, el lugar para una gaviota es la playa y, desde ese momento, se prometió ser una gaviota normal. Así todo el mundo se sentiría más feliz.
Cansado se elevó de las oscuras aguas y voló hacia tierra, agradecido de lo que habia aprendido sobre cómo volar a baja altura con el menor esfuerzo.
-Pero no -pensó-. Ya he terminado con esta manera de ser, he terminado con todo lo que he aprendido. Soy una gaviota como cualquier otra gaviota, y volaré como tal.
Asi es que ascendió dolorosamente a treinta metros y aleteó con más fuerza luchando por llegar a la orilla.
Se encontró mejor por su decisión de ser como otro cualquiera de la Bandada. Ahora no habría nada que le atara a la fuerza que le impulsaba a aprender, no habría más desafíos ni más fracasos. Y le resultó grato dejar ya de pensar, y volar, en la oscuridad, hacia las luces de la playa.
¡La oscuridad!, exclamó, alarmada, la hueca voz. ¡Las gaviotas nunca vuelan en la oscuridad!
Juan no estaba alerta para escuchar. Es grato, pensó. La Luna y las luces centelleando en el agua, trazando luminosos senderos en la oscuridad, y todo tan pacífico y sereno...
¡Desciende! ¡Las gaviotas nunca vuelan en la oscuridad! ¡Si hubieras nacido para volar en la oscuridad, tendrías los ojos de buho! ¡Tendrías por cerebro cartas de navegación! ¡Tendrias las alas cortas de un halcón!
Allí, en la noche, a treinta metros de altura, Juan Salvador Gaviota parpadeó. Sus dolores, sus resoluciones, se esfumaron.
¡Alas cortas! ¡Las alas cortas de un halcón!
¡Esta es la solución! ¡Qué necio he sido! ¡No necesito más que un ala muy pequeñita, no necesito más que doblar la parte mayor de mis alas y volar sólo con los extremos! ¡Alas cortas!
Subió a setecientos metros sobre el negro mar, y sin pensar por un momento en el fracaso o en la muerte, pegó fuertemente las antealas a su cuerpo, dejó solamente los afilados extremos asomados como dagas al viento, y cayó en picado vertical.
El viento le azotó la cabeza con un bramido monstruoso. Cien kilómetros por hora, ciento treinta, ciento ochenta y aún más rápido. La tensión de las alas a doscientos kilómetros por hora no era ahora tan grande como antes a cien, y con un mínimo movimiento de los extremos de las alas aflojó gradualmente el picado y salió disparado sobre las olas, como una gris bala de cañón bajo la Luna.
Entornó sus ojos contra el viento hasta transformarlos en dos pequeñas rayas, y se regocijó. ¡A doscientos kilómetros por hora! ¡Y bajo control! ¿Si pico desde mil metros en lugar de quinientos, a cuánto llegaré...?
Olvid&oacu te; sus resoluciones de hace un momento, arrebatadas por ese gran viento. Sin embargo, no se sentía culpable al romper las promesas que había hecho consigo mismo. Tales promesas existen solamente para las gaviotas que aceptan lo corriente. Uno que ha palpado la perfección en su aprendizaje no necesita esa clase de promesas.
Al amanecer, Juan Gaviota estaba practicando de nuevo. Desde dos mil metros los pesqueros eran puntos sobre el agua plana y azul, la Bandada de la Comida una débil nube de insignificantes motitas en circulación.
Estaba vivo, y temblaba ligeramente de gozo, orgulloso de que su miedo estuviera bajo control. Entonces, sin ceremonias, encogió sus antealas, extendió los cortos y angulosos extremos, y se precipitó directamente hacia el mar. Al pasar los dos mil metros, logró la velocidad máxima, el viento era una sólida y palpitante pared sonora contra la cual no podía avanzar con más rapidez. Ahora volaba recto hacia abajo a trescientos viente kilómetros por hora. Tragó saliva, comprendiendo que se haría trizas si sus alas llegaban a desdoblarse a esa velocidad, y se despedazaría en un millón de partículas de gaviota. Pero la velocidad era poder, y la velocidad era gozo, y la velocidad era pura belleza.
Empezó su salida del picado a trescientos metros, los extremos de las alas batidos y borrosos en ese gigantesco viento, y justamente en su camino, el barco y la multitud de gaviotas se desenfocaban y crecían con la rapidez de una cometa.
No pudo parar; no sabía aún ni cómo girar a esa velocidad.
Una colisión sería la muerte instantánea.
Asi es que cerró los ojos.
Sucedió entonces que esa mañana, justo después del amanecer, Juan Salvador Gaviota se disparó directamente en medio de la Bandada de la Comida marcando trescientos dieciocho kilómetros por hora, los ojos cerrados y en medio de un rugido de viento y plumas. La Gaviota de la Providencia le sonrió por esta vez, y nadie resultó muerto.
Cuando al fin apuntó su pico hacia el cielo azul, aun zumbaba a doscientos cuarenta kilómetros por hora. Al reducir a treinta y extender sus alas otra vez, el pesquero era una miga en el mar, mil metros más abajo.
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