Poesía del mexicano José Luis Castillejos Ambrocio
Un día, quizás sin yo saberlo,
mi padre ocultó su cara en la almohada
y lloró desconsoladamente.
Otro día, mi madre cerró sus ojos
y mordiéndose los labios, también lloró.
Siento que los dos guardaron
una especie de luto en el alma,
una tristeza infinita
cuando yo decidí irme de la casa.
Un día, sin yo saberlo, mis padres
imploraron a Dios y se preguntaron por qué?,
¿Qué había pasado?
Un día, quizás sin yo saberlo,
me iba por la vida a recorrer el mundo
para nunca regresar a su lado.
Un día mi madre levantó la mirada
y vio un horizonte sin estrellas
y, otro más, me buscó en el sol,
en el ruido de la calle,
en los chicos de la escuela
y… no me encontró.
Otro día mi padre aspiró con fuerza
el aire frío de la mañana
y, como siempre lo hace al despertar,
salió al jardín y alzó la mirada al cielo,
oró, se persignó y se tragó el llanto.
Hoy veo sus rostros difuminados en el aire,
la voz cansada de mis viejos,
sus manos marchitas,
sus cabellos canos
y me pregunto porqué Dios mío?
Qué ha pasado? En qué momento me fuí?,
y no hallo respuestas, no existen,
volteo la mirada al ayer,
a mis calles, a mis días de lluvia,
al amanecer,
al rocío mojándome en la mañana.
Ya no vale arrepentirse,
De ese día que, quizás sin yo saberlo,
les arranqué la paz espiritual.
Ahora, probablemente,
me toque llorar a mí.
