Puesto que creí en ti, ansioso amigo
cuando llamabas a mi vida, lastimoso
odiandote tú, sumido en el apestoso cieno
me acuden las lágrimas ahítas de sal
amargas como la fútil ruda
en su brebaje fatal y venenoso.
Sellaste la palabra con cemento
atizando el fuego anaranjado a la hojarasca
breve copia insignificante de tu ser
que cierto tiempo fue hermoso
y acaudalado señor de libertades.
Precisamente por ti, creció la duda
sobre la lengua ebria de vanidades
donde el polvo era el señuelo
que su carne retorcía en el anzuelo
destrozando lo mas bello de tu cuerpo
retorcido entre ilicitos lodazales.
Te amé y tendí las manos
quitandote la aguja de los dedos
cortando esos pechos con polvos inhumanos
y dándote a beber néctares nuevos
para así, sellar ojeras viejas de tus ojos negros.
Mas no quisiste mis manos, ni mis dedos húmedos
hurgabas febril, la herida en tu propio pecho
para no cortar la hemorragia blanca
en tu cerebro
licuado, del gris al negro
como el agua pútrida de una estanca.
Por eso,sufrido amigo.....te escribo esto
desde el helado cuarto
donde reposa tu envoltorio
sin vanidades, vacío y de todo harto....
al silencio y al olvido dispuesto
ávido ya de volar con las cenizas del crematorio.
En mis manos queda la tristeza
de no saber mitigar
la ansiedad
por la necesidad
de libertad albergada en tu cabeza.
Fuente:
En mis manos queda la tristeza.
