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El viaje inverso de Leonardo Pereira Meléndez (LIBRO DE ENSAYOS)

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PRÓLOGO
 
Este libro de Juandemaro Querales que reúne su análisis crítico de la obra poética y ensayística de Leonardo Pereira Meléndez y múltiples voces de los amigos y admiradores del escritor y soñador caroreño, trasluce la doble condición intelectual y humana que caracterizan la personalidad de un venezolano, todavía muy joven, nacido para cantarle al amor y a la vida, aún cuando haya visto pasar muy cerca la muerte, y cultivar amigos que no le dejarán morir, aún después de que lo entierren.
        
 El conocimiento que tiene Juandemaro de la obra poética y ensayística de quien se formó a su lado en los avatares intelectuales del Ateneo de Carora ¨Guillermo Morón¨, y el dominio que el autor del libro tiene de la crítica literaria han hecho posible hacernos conocer todo el potencial creador de Leonardo. Y al complementar el libro con las palabras de juristas de la talla intelectual de Ramón Pérez Linárez y de jóvenes escritores y poetas caroreños y larenses, compañeros de Leonardo, que lo aprecian y valoran, esta pequeña obra se convierte en un testimonio perdurable de quien ya está sembrado en la conciencia crítica de los larenses, y como afirma el autor, en la historia literaria de nuestro país.
        
Yo no soy crítico literario, lo saben Juandemaro y Leonardo, pero como narrador que transita por los múltiples escenarios geográficos y humanos de la Venezuela contemporánea, obligado a ver y observar todas las imágines que surgen de ese controversial espejo que nos acompaña a los caroreños, a mí desde La Otra Banda, por el universo, comparto con el autor que estamos frente a un poeta auténtico, tal vez más del futuro que del presente, aunque ya vive para siempre.
        
Y aunque en muy pocas palabras Juandemaro Querales nos da una extraordinaria visión de la obra completa de Leonardo Pereira Meléndez, le resultan suficientes para llevarnos al clímax de la evolución del poeta, cuando se refiere a la ruptura con su poética inicial, con la cotidianidad y el hastío, que marca una de sus obras capitales: ¿A qué hora  la muerte duerme? La brevedad y la calidad lingüística que señala Juandemaro   y también una ruptura con lo convencional e incluso con la métrica, constituyen una definitiva expresión de madurez del poeta.
        
 Y algo final, que leyendo este libro no puedo evadir de mi experiencia como lector en general, y en particular como autor de una biografía novelada de la vida poética y trágica de Alí Lameda, a quien conocí, oí largamente contarme su paso por la vida y recibí gran parte de su obra que me permitió escribir en primera persona, hablando el propio Alí, autor de ese monumento de la literatura que es El Corazón de Venezuela. Muchos otros grandes poetas a quienes no conocí personalmente, pero cuyas vidas y obra he podido conocer y leer han estado signados por una aventura de amor y tragedia. Felicito a Juandemaro como autor del libro y a Leonardo como poeta cantor del amor y de la vida, sin poder precisar todavía ¿A qué hora la muerte duerme?
 
                                                                  Juan Páez Ávila
                                                                            
        
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
ENTRE CAROREÑOS TE VEAS
 
           
 
 
El que Juandemaro Querales se ocupe de Leonardo Pereira Meléndez podría parecer –a las mentes poco habituadas a las alucinaciones del Morere – un simple asunto entre caroreños. No obstante, a pesar del error histórico que Querales insinúa –sobre la existencia de la ciudad, quiero decir –  hay que precisar de la manera más terminante que este asunto excede al Estado Mayor de Bolívar –por Torres y Lara, claro está –  y que, incluso se sale de la zona colonial para convertirse en boina de Luis Beltrán Guerrero.
 
 Sucede que uno se vio involucrado –con mucho gusto –  y está en la obligación de decir que cuando se escriben unas palabras para un texto ensayístico que aborda a un poeta y escritor tiene que referirse a ese texto y no al estudiado. Por una razón muy sencilla: podría interpretarse que uno considera insuficiente el texto que comenta y lo mejor es no alborotar la canícula del mediodía, especialmente cuando se trata de un amigo tan querido como Juan Amaro (no hay error de tipeo, dado que así le llamamos).
 
 Debemos precisar que a ese erudito de Guerrero le dio por usar una boina azul que no se quitaba ni para ir al baño, lo que es muy propio de caroreño dado el incendio natural que porta. Levantando un poco esa boina uno entiende a Querales y mucho más se aconseja en que todo lo que dice de Leonardo Pereira Meléndez es riguroso. Además utiliza un lenguaje que a uno le hace hablar de una boina azul y no de quien la portaba.
 
Debe ser por la razón sencilla de que aquello en Guerrero equivalía –me imagino –  a cargar la universidad sobre la cabeza.
  
Lo cierto es que ahí está el personaje Leonardo Pereira Meléndez y lo cierto es que nadie más apropiado que otro personaje para ocuparse de él. En otras palabras, este no es un asunto entre caroreños, es asunto entre poetas y escritores lo que convierte a este corto ensayo en ejercicio universal de la catástrofe, entendiendo por tal la presencia de la inteligencia desbocada, lo que comprueba que Querales hizo mal en referirse a los tiempos convulsos con un “a pesar”, pues es en ellos donde florece la introspección y el proceso creativo.
 
 Convulsiones son las que tiene a diario la palabra en este país desagradecido, de manera que cuando alguien convulsiona para abordar a un congénere uno sale a celebrarlo como para que la fiesta no se acabe.
  
Sobrevivientes somos –y nadie mejor que Pereira Meléndez para asegurarlo –  de manera que modestamente me hago de la palabra para celebrar la voz de la palabra.
 
Teódulo López Meléndez
 
Caracas, 2010
 
 
 
LA DISPUTA DEL LENGUAJE CON LA IMPLACABLE MEMORIA
 
 
 
Hablar de poesía en Venezuela, en momentos de convulsión social y política, es meterse en camisa de once varas. Hay algo atravesado por allí que ha impedido el desarrollo natural de todas las formas de expresión, en el estrecho mundo de la creación. Para recrear la evolución de nuestras letras en la provincia lejana, es más complicado, al menos cuando se parte de un pueblo situado en los límites de la pre-modernidad, en tránsito entre monarquía e ilustración francesa. Carora verdadero endriago, error histórico donde prendió corrientes y modas en la elaboración de códigos referenciales.
 
De ese enrevesado y enmallado universo de la representación, hay una generación y un representante destacado que ha perseverado -a pesar de emboscadas que le ha deparado el destino- y con el correr de los años puede mostrar un largo catálogo de títulos en prosa y en verso que hacen interesante el discurso creativo en la Venezuela preterida: éste no es otro que Leonardo Pereira Meléndez.
 
Su corpus literario comprende cuatro libros de poesía: Nostalgia de Eros (1.989); Lacerado (1.999); Confesiones de Media Luna (1.999); Escozor (2.002); Paloma de Luto (2.006); Yo soy hijo de Gregoria Meléndez  (1.985). La prosa reunida en cuatro libros: Sobre la reforma del COPPElucubraciones de un Caroreño (1.992); Corte de Apelaciones   (2.000); Frente al boulevard es la cosa: letras, derecho, política (2.004); donde se recogen ensayos, discursos, notas volanderas para periódicos.
 
Su poesía ha ido madurando de libro en libro, como lo reconoce el crítico victoriano Miguel Prado en su estudio: Los Demonios Interiores en la poesía de Leonardo Pereira Meléndez  (1).Pasar de un reino edénico, intocado a un infierno pagano de escorias y pústulas, reunidas en la abyección de vidas y objetos; preanuncian la desaparición de esta tierra de gracia: “Escozor”, es el grito ensordecedor de una fiera herida desde el útero –prisión-, para desde allí poner en tela de juicio a una tribu y a sus oficiantes, erigidos en tetrarcas de una religión devaluada en los cánones de la lógica y la empírea.
 
Poeta que ha señalado insistentemente que su numen es el amor carnal y la mujer. Novia -viuda-, reina de las profecías; María Ezra de Magdala; simbología templaria que sirve para introducir de soslayo burdeles y burdeleras; como un nuevo Donne o mejor un Villon, este voyerista viaja como un Caronte amerindio por los ríos del infierno que tiene su morada entre la cuarta batea en la otra banda hasta la cueva del chirico.
 
Quien busque en sus páginas retruécanos, capicúas, acrósticos y un código secreto de la santa hermandad teutona; lo prevengo a fin de decirle que estos rollos de nuestro mar muerto, constituyen historias salteadas de una protohistoria ideada por este zelote y será polvo, cuando dejemos nuestra herencia documental y archivadora de cuánto hecho baladí y pueril nos acaezca, y venga este aguafiestas y la incluya en su Arts Poética.
 
 
Cuando al poeta la realidad le cobró su atrevimiento de imponer penas al bestiario; su cuerpo fue baldado y colgado allí como cualquier malhechor; transmigrando su alma en un trovador que va de aldea en aldea, bautizando y dando los santos óleos, a los herejes que todavía batallan contra la religión verdadera. Poesía de blasfemo que aunque arda en leña verde, se solaza y se burla de sus captores y los incluye en Escozor, y en este libro salmático Paloma de Luto  como Némesis a sus verdugos.
 
Sus volúmenes de Prosa, constituyen un mosaico de variedades: ensayos, monografías, discursos y notas volanderas; es un poutpurrí de estilos. Tejido verbal que sigue una rica tradición venezolana de aglomerar trabajos inicialmente hechos para ser leídos en prensa: Ludovico Silva, Luís Beltrán Guerrero, Guillermo Morón, Arturo Uslar Pietri, son las cumbres más elevadas de esta modalidad azorinesca.
 
Pereira Meléndez ha mantenido una línea continuada, para revelarnos su mente caleidoscópica: Yo soy hijo de Gregoria MeléndezElucubraciones de un CaroreñoCorte de ApelacionesFrente al boulevard es la cosa; asemeja al curso seguido por su producción poética, cosa extraña en una sociedad caracterizada por escritores y poetas fanáticos o amateur, que no pasan de ser simples aprendices, autores de un solo libro.
 
Para un país y dentro de él la región Larense, es importante el que un representante o una tendencia o movimiento, entre comillas, trate de sobrevivir como un viejo saurio después de la última glaciación, es una ganancia para la escasa cultura que se viene haciendo. Deformidad que tiende a agravarse porque se ha entronizado entre nosotros visiones trasnochadas, sobre el arte y cómo organizar la sociedad se aplican en la actualidad.
 
Escribir para la prensa no es malo per se, pero es un trapiche que muele a cualquiera con el correr de los años; la llegada de un diarismo dado a explotar las voluptuosidades del cuerpo femenino, la trivialización de la cotidianidad, la censura y la autocensura, preparan la mesa para enterrar definitivamente el trabajo inaugurado por los románticos con su trabajo mejor logrado el folletín por entregas.
 
Una región con tradición de buenos ensayistas y poetas, tuvo que influir como efecto reflejo en las más jóvenes promociones de escritores; humanistas como Guerrero, Mujica y Morón; son modelos para verse reflejado en los trazos de unas líneas ingenuas e impresionistas, para después ganar la madurez que da la formación y los exigentes lectores, para escribir con voz propia como Montaigne, Pascal, Paz o el Borges de los prólogos a sus libros.
 
De sus libros en prosa –hay uno que se salvará de las hogueras- del implacable paso del tiempo, que todo lo horada:  Corte de Apelaciones , prosa fluida con predilección por estructuras narrativas; Pereira Meléndez se salta los cánones clásicos para usar la primera persona, revelando una intimidad a sus desprevenidos lectores, sin los feos gerundios, con pocos que galicados, echando mano al ludismo para escribir como los clásicos del siglo de oro español, El buscón de Quevedo; Los entremeses de Cervantes o El Retablo de Maese Pedro del Quijote.
 
Sus últimas colecciones de prosa, producen flojera en sus desocupados lectores, porque toman por asalto los estériles y manoseados temas jurídicos; Tulio Chiossone, Elio Gómez Grillo, Hans Kelsen; obligan a saltarse las páginas. Monografías -que están de más- material para un texto independiente, prosa dura, sin elegancia, que al único que le dio resultado fue a Frank Kafka El Proceso y El Castillo , nos recuerdan esos pesados legajos de argucias y citas adocenadas, que integran el discurso opresor. Cuando el autor se vacune de estas pedanterías de este discurso olvidado, nos dará de seguro el título de su obra que subirá al Olimpo, para hacerle compañía a: De la Conquista a la Independencia de Picón Salas; La Máscara, La Transparencia de Guillermo Sucre. Este recorrido es incompleto, si no hacemos referencia a la academia, claustro finisecular que nos hizo a muchos de nosotros, para perpetuar o sepultar los pactos sociales; la academia napoleónica luce moribunda; la transición del racionalismo burocrático Weberiano a la virtualidad Toffleriana; una esquizofrenia ocupa esta sociedad amnésica y pueril. Los preceptos liberales de igualdad, propiedad, libertad, ganancia, se abandonaron, nunca se intelectualizaron, a pesar de los esfuerzos de Antonio Leocadio Guzmán en el periódico “El Venezolano” a partir de 1.840.
 
En esta encrucijada de vías, algunos necios han lanzado la conseja de plebeyizar estos instrumentos, creación más acabada de la modernidad, anacronismo que busca acabar de una buena vez; gracias a la Teoría reproductora Marxista, fósil analítico que buscaría aplanar a estos recintos para convertirlos en escuela de artes y oficios de la modernidad; desdibujar al productor y divulgador del conocimiento científico, convirtiéndolo en un paria inútil para colocarlo en el gueto que hoy ocupan: blancos, escuálidos, pro-norteamericanos y cualquier otra monserga que se les ocurra a los censores. Final en un acto de Birbiloque.
 
De esta academia -de reciente creación entre nosotros- la preocupación por el arte y la literatura se potenció, provocando un renacer como nunca de la creación en todos los órdenes de las musas, también la tendencia a la crítica, la impugnación y el carácter emancipatorio, que muchos hemos asumido para evitar que pasemos de anomia a entropía.
 
 
 
 
 
 
 
 
 
(1) Prado, Miguel: Los Demonios Interiores en la poesía de Leonardo Pereira Meléndez. Ateneo de Carora   “Guillermo Morón”. Barquisimeto. 2.007   
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
Armar un libro con distintos materiales, para indagar sobre la aparente vida, lleva a Leonardo Pereira Meléndez a hilvanar un canto descarnado: primero como ofrenda y después como lamento. ¿A qué hora la muerte duerme? Ateneo de Carora “Guillermo Morón”. Barquisimeto. 2009. Canto hímnico que busca perpetuarse en la memoria documental de un universo trunco en viajes homéricos.
La oportunidad que se le presenta al poeta, para ensalzar una vida efímera mediante la explosión de los sentidos a través de la imagen, pescada en sueños y clímax eróticos en ese pozo insondable que es nuestro descenso al fin último.
Este libro -viene a ser- una ruptura con su vieja poética, marcada por la cotidianidad y el hastío, sus cantos anteriores buscaban ganar terreno en un tiempo caracterizado por el aluvión de información, que da cuenta de una fenomenología estéril e intrascendente.
Lenguaje archipiélago construido de manera deliberada para abarcar el mayor número de mundos, que componen el abigarrado imaginario del mago de la palabra, que encanta objetos inútiles al solo conjuro del verbo-mundo.
Los libros anteriores se agotaban en el ligero marco de su forma, construidos con claves -algunas convencionales- para lograr efectismo en el lector poco avisado.
En ¿A qué hora la muerte duerme? el autor va a transitar el accidentado camino de la brevedad y la cortedad lingüística. De estructura compleja, echa mano de los enunciados aristotélicos y de los viejos cantos salmáticos, hasta el poema de clara estirpe de Nicanor Parra y sus Antipoemas.
Lo polifónico y el collage ayudan al creador a completar su trabajo, lo coránico y teatral posibilitan la introducción de segundas manos: cartas intercaladas, tomas de posiciones de Pereira Meléndez, transgrediendo con ello las leyes de la métrica.
Como un libro que comienza festivo, termina en una caoticidad que predispone al lector; quien no suspende la lectura, para ver como finaliza esta navegación, construida con el cuadrante de un mundo cerrado, paidea griega que le dicta al neo-dios nuevas emboscadas y fin de los días para los señalados por el oráculo de Delfos.
El libros fragmentado en variados anillos a la usanza de la Divina Comedia, se empantana en un círculo tanático, donde un miembro de la etnia, atraviesa el Estigia con Caronte al timonel, es la parca que apareció un día en las ardientes arenas de la Etiopía del Cantar de los Cantares.
Es el Libro de los Reyes, texto paradigmático de sus siete Biblias, ¿A qué hora la muerte duerme? es una propuesta valedera en un momento y una época, en que se ha devaluado el lenguaje místico que sondea la muerte y los avatares de esa quimera que damos en llamar vida. Los cantos de Pereira Meléndez, no son una Elegía, ni un Salmo, ni un Epigrama, son todos los géneros en una estructura de Palimpsesto. No hay arreglo con la realidad, ni retaliaciones odiosas sedientas de sangre, solo es lenguaje. Cuando hay una segunda intención a través del verso, dejamos de existir, y por lo tanto no parece la muerte como tabla niveladora de estas suertes de existencia.
Con Leonardo Pereira Meléndez, el lenguaje es una excusa para vaciar lo complejo de nuestra mediación entre el cerrado universo de la mecánica celeste de Pascal y nuestra neurosis; ganando espacio nuestras especulaciones sobre la realidad, cosa que nos reconforta a plenitud ante un decorado derrotista y perdidoso, que solo ve la entropía como fórmula de desenlace.
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
LA POESÍA DE LEONARDO PEREIRA MELÉNDEZ
 
 
                                                                      
 
 
           Leonardo Pereira Meléndez. Carora (n. 1966). Abogado y trabajador de la cultura. Autor de una obra variada repartida entre prosa y poesía-ligado desde muy joven a la actividad tallerística y a la influencia determinante de escritores y poetas que le han permitido madurar aceleradamente. Eddy Rafael Pérez, Juandemaro Querales y Tito Núñez Silva: constituyen la tríada de intelectuales cercanos en teoría estética y aliento vital de sus cantos. Su poesía está agrupada en seis volúmenes: Yo soy hijo de Gregoria Meléndez (l985), Nostalgia del Eros (1987), Lacerado (1999), Confesiones a media luna(l999), Escozor (2002) y Paloma de Luto (2004). Su prosa a la vez repartida en los libros: Elucubraciones de un Caroreño (1992), Corte de Apelaciones (2000), Sobre la reforma del COPP (2002), y Frente al Boulevard es la cosa (2004). De su poesía podemos decir que se mueve entre lo epigramático y lo elegiaco. Recursos que son como un continum que señala al Pereira Meléndez optimista e iluso que se vanagloria de la amistad, la eyaculación y los placeres báquicos; para finalmente caer en el escepticismo otoñal, ya que su paisaje interior nos revela por su rabia e impotencia un fin de estación. Arremete contra sí mismo, como el suicida compulsivo que intenta quitarse la vida, en tres ocasiones, para provocarle daño a quienes lo quieren. En Escozor el grito ramsosucriano de un lírico que comenzó asido a la vida con tanta pasión, que le gustaba anunciarlo a pregón, como cuando dedica la bohemia de su primera estación, a las mujeres perversas de la maltrecha zona de tolerancia de su peloponeso particular. Cerrando con una némesis de fines de viajes temporal. Pero será en su prosa donde el escritor, pondrá a prueba sus armas de testigo y actor, de tiempos quebradizos en que nos situó- el referente temporal- de una mal llamada “Tierra de Promisión”. El jurista, el polemista, el crítico de arte y de literatura, va a consignar sus particulares tomas de partido, sobre la reflexión ontica de un intelectual, que siente de manera providencial, que está llamado por un designio arquitipal, a trenzar en los debates de nuestro tiempo, dinamizando a la aldea de la chacota pederasta, y a los temores seculares que legó el poblador europeo. Pereira Meléndez, es hoy por hoy, un seguro candidato a figurar dentro de la más actual literatura venezolana, con una obra densa tanto lírica como en prosa, que ya quisieran otros poseer, salvoconducto que le permitirá completar su función de cultor de la letra impresa; agregando más pertrecho a su inagotable caudal de conocimientos y fantasía para inventar muchos orbes.
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
LETRAS PARA EXORCIZAR
 
 
 
La poesía de Leonardo Pereira Meléndez ha sido objeto de una disección por el crítico Miguel Prado: Los demonios interiores en la poesía de Leonardo Pereira Meléndez. Ateneo de Carora Guillermo Morón. Barquisimeto. 2007. Era tiempo que el cuerpo lírico del autor de  Laceradorecibiera el cuidado de un análisis metódico y rígido por parte de los estudiosos del verso.
 
Me ha tocado en suerte –acompañar a Pereira Meléndez – en  casi todas las estaciones en que su canto se ha detenido. Lenguaje trabajado sin descanso, de estructura proteica, el encantador de lenguajes se amolda a la limpieza de la palabra, para aprehender los misterios del alma humana y así conseguir la otredad deseada con avidez.
 
El libro de Miguel Prado está estructurado obedeciendo un estricto orden metodológico, como para rendir homenaje a los cartabones académicos. Se abre el texto con una justificación teórica, donde el poeta de marras sale de los espacios estrictamente manualescos, para caer al torrente de la gran creación latinoamericana y universal, gracias a Prado. Su cuidada formación y abultada bibliografía hacen el resto. Poco a poco en la medida que vamos traspasando los compartimientos estancos de que se compone el volumen, se van liberando voces, mitos, máscaras, objetos de una personal heráldica, que van haciendo reconfortante el viaje por sus páginas.
 
Son pocos los autores que concitan el interés de un estudio pormenorizado de su obra; Pereira Meléndez es un afortunado, explicación que viene dada por ser jefe de tribu, el poeta es un gurú que oficia lecciones de vida y vocación, un esenio en el sentido dualista que le daban los seguidores del dios Ahura Mazda. Prado deja correr la especie de una conspiración, donde se silencia a todo aquel que el favor del Estado no lo alcance, sucumbirá al polvo y al olvido de una gaveta o un estante de una biblioteca provinciana.
 
Los demonios interiores se valen de trabajos primigenios sobre poetas y movimientos de la tradición estética de nuestro continente y del pasado reciente venezolano. El estudio de Blas Perozo Naveda y su maracuchismo-leninismo; también el emprendido por Tito Núñez Silva sobre el autor de Aguas Negras; los trabajos sobre Morón, Guerrero y Prieto Figueroa, sirven de mapas camineros a la hora de trazar una línea maginot para situar a un autor joven como Pereira Meléndez.
 
Para Miguel Prado, buscar en las profundidades abisales del lenguaje de Pereira Meléndez, aislar y dar sentido y comparar esos hallazgos con piedras preciosas, con señales de Borges, Pessoa, Kavafis, Blas Perozo Naveda, Tito Núñez Silva, Eddy Rafael Pérez; en su corpus poético primero desordenado y magmático; después sereno con menos burros de costura, para mostrarnos originalidad, lenguaje propio, decantado, con una fusión de estilos y cadencias, palimpsesto, como Ezra Pound en sus Cantos pisanos o el Kavafis de los escolios; este poeta -que es un griego ático- nos obliga a volver sobre poetas como Góngora, Donne, Montejo, Cadenas y el chino Valera Mora.
 
Buen libro el de Miguel Prado, ya era tiempo que el intelectual victoriano, mostrara sus armas de filósofo de la estética, para llenarnos de optimismo en un paisaje intelectual cargado de lisonjas y mal gusto, todo esto en el mayor derroche de riquezas que hayamos conocido en nuestro país.
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
LA ELUCUBRACIÓN RENACENTISTA
 
 
Es prosaico hablar de tendencias o movimientos literarios en el siglo que ya agoniza. Pero llama poderosamente la atención lo que acontece en Carora (parte de la Venezuela profunda), ya que una muchedumbre de trabajadores de la imaginación/ lenguaje, han reverdecido aquella comarca que siempre ha sido depositario o unión del mito y la utopía. Nuestra era imaginaria a decir de Lezama Lima.
 
Leonardo Pereira Meléndez está llamado a convertirse en el representante más sólido de esta escuela. Como el autor de Paradiso, Pereira Meléndez asumió el oficio de la escritura, comenzando desde la teoría que le da el aparato crítico, para perderse en la poesía, tomándola como conocimiento absoluto.
 
Su crítica es áspera, pero no alucinatoria, el intelectual asoma por todos lados, buscando en la teoría estética la causa y el efecto; pero también la subversión del código como referente cultural de las cosas más banales, desde la concina pasando por nuestro sincretismo religioso y la arquitectura.
 
Como la inteligencia fundadora Leonardo Pereira Meléndez, incursiona en la plástica, crítico y teórico nos recuerda al Picón Salas y al Guillermo Meneses echando luces sobre la obra del Mago de Macuto: Reverón. Su gusto por el color y la forma ha enriquecido en gran parte la crítica a las artes visuales, en un momento como dice Juan Achá de crítica universitaria. 
 
En esta aproximación difusa falta por tratar con más interés su poesía, que él insiste en llamar amorosa; lenguaje de purificación, resurrección a través de la carne. Nacimiento y muerte porque los dos puntos son insolubles: si hay vida es porque se tiene seguro la muerte. Es Plotino y Vico haciendo balance de lo material. Espacio que sólo reclama un tiempo. Cronología de mi ánima en términos jungnianos que padece, se compadece y le extrae lo bello al espíritu para aplacar a esa naturaleza cruel que puede despedazar todo y no interesarle lo heterosexual como atracción y reproducción. Poesía ecuménica antimaquiavélica, cercana a Moro y a Erasmo.
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
POEMAS INÉDITOS DE LEOPERMEL
 
 
 
-I-
 
 
Esclavo soy
Esclavo de tus quejidos soy
 
Deslástrame de este odio que socava
/ mi ser
 
Rasguña despacito lo que
/queda de mí
 
Acógeme en el averno de tus ojos
/amarillos Gata mía
 
 
 
-II-
 
¿Cómo te nombro
sin que el silencio
/ me hiera?
 
 
Mi desgracia    Tú y yo
 
 
Sudados
 
 
Sin pueblos ni ciudades
 
 
Tú y yo     Nada más
 
 
                                                                                                           
 
                                                                                                                     
 
 
 
 
-III-
 
Contigo no sé si el camino
 es ésta llama ardiente
 
 
 
 
 
-IV-
 
Tus pechos firmes
sacuden lo eterno
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
DESPUÉS DEL ATENTADO
 
                  Leonardo Pereira Meléndez, el mejor abogado penalista nacido en la comarca caroreña en el siglo XX, y uno de los más acreditados juristas del estado Lara, es víctima de un abominable crimen el 19 de diciembre de 2009: un día después que su entrañable hermano, Luis Alberto Meléndez Meléndez, cumple un año de haber sido asesinado; hecho insólito que marca al autor de  ¿A qué hora la muerte duerme? hasta el punto de dedicarse por completo a la investigación de este macabro acontecimiento, al salir de la casa de su hermana Daybo Pereira Meléndez, en el momento en que abriría la puerta de su vehículo, desde un automóvil plateado, le disparan por la espalda, impactándolo en tres oportunidades, situación que lo mantuvo al borde de la muerte, permaneciendo treinta y cinco días en tres clínicas, diez de los cuales en estado de coma.
 
                 “Poco se atreven a declarar públicamente y sólo el abogado Leonardo Pereira Meléndez, hermano de la víctima – señala el periodista Hugo J. Boscán, Vid. El Impulso, Barquisimeto, 09/07/09 – incansable en el reclamo de justicia, accedió a hablar con El Impulso”. “Aún lleva en su mente – agrega Boscán – la imagen del cuerpo sin vida de su hermano que observó aquella tarde”.
 
                   A Leonardo Pereira Meléndez, no le importó el riesgo que asumía. A pesar de conocer a fondo los estrados judiciales, y, la manera cómo trabajan los organismos policiales del país, siempre tuvo esperanzas “en que el Cicpc investigará y que pronto podremos ver tras las rejas a los autores materiales e intelectuales, sin importar el extracto social, económico y político al que pertenezcan”.
 
                   En su lecho de enfermo, recibió miles de mensajes de textos, esquelas, cartas y escritos, donde se acopia y se observa el amor y el respecto que el poeta Leonardo Pereira Meléndez se granjeó en la sociedad larense. El día que fue llevado de emergencia a la Policlínica Carora, en un santiamén se llenó no sólo el recinto médico sino en las afueras, toda la cuadra, estaba repleta de una gran multitud;  personas de todos los estratos sociales, orando por la vida de quien siempre acostumbra a presentarse, simplemente, como un humilde Hacedor de Lluvias.  
 
       Entre esas decenas de manifestaciones, hemos escogido – al voleo – las siguientes:
 
                                                   
 
AL POETA AMIGO
 
 
             Cuando suena el disparo, el aleteo de las palomas espantadas en la penumbra de las cornisas, dan movimiento a aquel escenario dantesco; cae el poeta, pero la vitalidad dramática le da todavía vigor, se calla esa voz que nunca hiere y siempre conforta.
           
En sus poemas habla de la muerte, pero quizás no pensaba en ella, ante ese horror instintivo el pensamiento de irnos para siempre. El misterio de la muerte, necesita de largos silencios. Pero para rendir un recuerdo al amigo poeta, son oportunos todos los momentos; sus amigos me han encomendado que escriba sobre el enérgico hombre que le canta a la vida y al amor, saludamos al escritor brillante, cuya salud nos angustia; al verlo levantó una ceja y un brazo, pero tenía una actitud erguida, y en su pecho sonaba ese corazón noble, sensible a la amistad.
          
Me lo imagino, con esa seguridad confiada, igual que los ríos descendiendo por sus cauces, buscando el árido suelo tórrense, para poner un poco de dulzura en las aguas de la amistad y el eterno azul de la poesía. Su vasta cultura adquirida en el perseverante estudio y su estimulante voluntad de trabajo, son bagajes suficientes para llevar adelante su obra poética.
          
 Muchas veces duro de carácter, pero tras esa corteza del pan fuerte, la miga tierna, igual que el perfume, aunque salga de las brasas. Pero después de esa primera impresión, el respeto. Sabemos dónde estaba Dios, cuando te hirieron, estaba contigo, desviando los proyectiles, y creando un escudo que impidió tu muerte; ese grito tuyo reclamando su presencia, fue oído y hoy podemos decir, que conservo el brillo de tu mirada, que después de derribado, te levanta y comulgas con la esperanza, más poderosa que la muerte.
 
               Te levantaste y vas a caminar y marchar por esos caminos donde descenderá la palabra del poeta y amigo, príncipe de la poesía y mago de la prosa.
 
                Quisieron callar al poeta, las ideas no mueren, si se apaga la luz, no significa que no exista.
                 No puedo continuar, porque las aguas internas del hombre nublan mi vista y mi pulso tiembla.
 
                                                                    Ramón Pérez Linárez
 
                               
 ¡LEONARDO, HERMANO MÍO!
 
Mi cariño va con fuerza telúrica, que genera una malgama de sentimientos, dándole pasos a la alegría que mi corazón siente al saber de tu mejoría…
Quiero abrazarte muy pronto hermano y darte un susurro de felicidad en tu oído, para que me guardes en el baúl de los que tú quieres.
 
                                          Tú hermano,
                                                    Hipólito José Álvarez Vásquez
                                                                    Carora, 08 de enero de 2010.
 
 
                                  ¡HOLA LEONARDO!
  
 
 Hoy me he decidido a decirte que contigo he conocido el valor de la amistad. Sí, ese sentimiento hermoso de los humanos que Pitágoras llegó a catalogar de igualdad armoniosa.
Y la he conocido, Leonardo, porque me has demostrado que tu amistad es sincera y nunca voy a tener palabras suficientes que puedan explicar lo agradecido que estoy de haber sido bendecido con el aprecio que me has brindado.
Los tiempos difíciles supieron apretarme la garganta, sepultarme bajo los escombros del miedo y hasta llegué a sentir desconfianza en Dios.
 
No se lo dije, pero lo pensé: “Tú no puedes ser tan siniestro con mi amigo Leo”.
 
Cada uno de los demonios que me perseguía sabía exactamente dónde hallarme. En un momento dado me encontré atrapado y sin salida, o tal vez una sola salida, la más fácil, la de los cobardes, porque te juro que nunca llegué a tener valor para verte.


Hoy he tenido noticias de ti. Me dijeron que estás restablecido, y quiero que sepas que eso me gusta, que eso me reconforta.
 
Es esa una razón suficiente para romper el silencio, el silencio de un amigo cobarde amigo tuyo, que nunca tuvo el valor se verte en estado de gravedad.

Hoy, lleno de contento por esas noticias, te envío un abrazo desde la distancia geográfica, más no emocional. ¡Salud, hermano!
 
                                                       Franklin Piña
                                                                               
 
 
LEONARDO, MUCHO GUSTO EN TENER NOTICIAS DE TI
 
 
 
 
Debes saber que hay mucha gente que te quiere, porque es mucha la gente que con sinceridad ha sufrido por el artero ataque que padeciste.
El hecho de saber que no te fuiste con esa embestida criminal ha hecho suspirar de alivio, y emoción, a muchos, yo incluido, por supuesto.
La noción de tenerte por muchísimos años más, nos conforta.
Me alegra que te estés recuperando, pese al dolor que las heridas te causan.
 Entrégate a la vida, y eso implica sufrir.
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Autor: leope31
29/08/2010
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