Poema número 40 de 'Gritos sin voz, lágrimas sin llanto'
Sentado delante de una quimera, con los ojos cerrados,
observando sus pasos, sus sueños, sus miedos,
con un lago poblado por inocentes deseos,
estoy sentado, escribiendo este poema.
A la orilla de un precipicio mental, sin salvación,
te encuentro andando sobre mis pasos,
¿me estás siguiendo o sólo coincidimos,
o nuestros caminos se han cruzado por azar?
Tus ojos verdes son dos manantiales,
su pena será derramada eternamente, quizás,
creo que quieres aliviar tus penas conmigo,
crees encontrar en mí alivio, comprensión.
Nuestras miradas se entrecruzaban, furtivas,
buscando ser correspondidas, y así fue,
avanzaste con lentitud hacia mí, en silencio,
y mi quimera fue la quimera de los dos.
Tus manos estaban temblando, tus labios también,
tus ojos me miraban de soslayo, sonreías,
mas la sonrisa se escondía tras el miedo,
aparecía un segundo y después se marchaba.
Una ligera brisa es el único movimiento,
nada más a nuestro alrededor está vivo,
todo es quietud, la nada, el silencio, el vacío,
ahí es donde vivimos, sin compañía, solos tú y yo.
Me miras una vez más y decides hablarme,
dices que quien habla es tu corazón,
me cuentas la pena que sientes, tu alma llora,
yo te escucho en silencio, en calma.
Me hablas de tus momentos de soledad,
de cuando escuchas canciones y lloras sin parar,
de la respuesta que buscas y no encuentras,
de alguien que te salve del dolor, que te dé placer.
Me dices que por momentos no quieres vivir,
que te asusta la muerte, pero también la vida,
que no te pones metas porque no puedes llegar a ellas,
que miras al futuro y lloras, que sufres con el pasado.
Me enseñas una flor que guardas en tu bolsillo,
antes estaba viva, era roja, llena de vida y pasión,
mas al tocarla murió, ennegreció, sus pétalos cayeron,
no pudiste abandonarla muerta, no pudiste.
Las lágrimas dejan marcas en tu blanco rostro,
marcas que permanecen ahí, como tu dolor,
como tu tristeza y tu miedo al mundo,
no las quieres borrar por miedo a desaparecer con ellas.
Quiero hablarte, no sé cómo, mas quiero hacerlo,
siento decirte que no soy quien buscas,
que no soy tu salvación, tu héroe, tu guía,
sólo soy un poeta, esto es sólo un poema triste.
Mas no me dejas hablar, me miras fijamente,
te das cuenta de que quiero decirte algo,
tienes miedo a mis palabras, me miraste
y posaste tus dedos en mis labios.
Me rogaste que no hablara, me lo suplicaste,
tus ojos parecían morir al decírmelo,
tuve miedo de que murieras si yo hablaba,
así que sonreí un poco, podías continuar.
Te aterraba dormir sola por las noches,
la oscuridad te hacía pensar en la muerte,
encendías la luz, temblabas de miedo,
cuando te calmabas ya no podías volver a dormir.
Vives en una pesadilla, o en un mal sueño,
no lo sabes, mas no quieres seguir así,
esperas mi respuesta, mas tampoco la deseas,
no sabes lo que quieres, no quieres lo que sabes.
Ves el arco iris pero no como los demás lo vemos,
para ti es sólo una escala de grises celeste,
el lugar donde los errantes esperan su destino,
destino al cual te ves abocada, al cual no puedes escapar.
Destino o libre azar, te preguntas, ¿quién gana?
¿cuál de los dos es realidad, cuál ilusión?
leías libros de filosofía buscando respuestas,
pero sólo te asaltaban más dudas, adiós filosofía.
Lloras, siempre lloras, no puedes ser feliz,
ya no puedes hablar más, te quedas muda,
apoyas tu cabeza en mi hombro, y lloras,
no puedo consolarte, lo siento, pienso en silencio.
No puedo decirte nada que te alivie,
ni tan siquiera sé si puedo quedarme a tu lado,
mas cuando dejas de llorar dejo de pensar en esto,
porque te levantas y comienzas a andar.
Caminas unos pasos y te detienes, un minuto,
o dos, no sé cuánto tiempo transcurrió,
mas después diste la vuelta y me miraste,
sonreíste y me lanzaste un beso.
¿Había conseguido aliviarte sólo estando a tu lado,
escuchando tus palabras en silencio?
No me dijiste nada después de llorar,
no pude encontrar respuesta a mi pregunta.
Mas me diste inspiración para este poema,
poema que es sólo tuyo, pues en él escribo sobre ti,
sobre lo que me dijiste, sobre lo que sentías,
por lo que te pertenece, tú eres su dueña.
No me dijiste tu nombre, ni tu edad, ¿para qué?
sólo querías contarme tus sentimientos,
que yo he escrito como he podido en este poema,
me dejaste solo delante de nuestra quimera.
Mas la quimera se convirtió en factible,
dejó de serlo, me diste inspiración,
la quimera era escribir este poema,
y gracias a ti los versos han venido a mi mente.
En mi recuerdo estarás para siempre,
y cuando muera permanecerás aquí,
estos versos será un recuerdo mutuo,
estos versos son nuestro testamento.
Tras aquel día ninguno de los dos vivió,
dejamos de vivir al separarnos,
y cuando más tarde te encontré, al fin,
supe tu nombre, escrito en la piedra.
Aún tengo en mis manos la hoja donde empecé,
ahora estoy terminando de escribir,
cuando el poema muera, lo dejaré contigo,
es todo tuyo, como he escrito, te pertenece.
La tinta de mi pluma se agota, no puedo continuar,
me despido de ti, compañera mía,
dejo el poema junto a tu lápida y me voy,
aunque una parte de mí, ya muerta, se queda aquí.