El vuelo de España a Perú dura doce horas. Después de atravesar el Atlántico se cruza la Amazonía. Cuando, por un momento, se abre la cubierta de nubes, puedes ver retazos del tapiz vegetal (formado por millones de copas de árboles); algún río; por fin, Manaus y el Amazonas; luego, grandes zonas pantanosas y, finalmente, más retazos del tapiz vegetal.
Aún habiendo salido de Madrid muy avanzada la mañana, las siete horas de diferencia horaria permiten que aún llegues a Lima con tiempo suficiente para dar un paseo y cenar en la terraza de un restaurante frente al Pacífico antes de irte a la cama.
Lima
4 de Julio de 2005. Después de un buen desayuno en el Hotel Sol de Oro, recorrimos en automóvil los barrios de Miraflores y San Isidro para llegar, finalmente, al centro histórico. Allí visitamos en convento de San Francisco (con su claustro, su magnífica biblioteca del siglo XVII y sus catacumbas, antiguo cementerio de la Lima colonial).
Se acercaba la hora de comer. Lo hicimos en un elegante restaurante del barrio chino: buena comida chifa y precio moderado. Más tarde, visitamos el convento de Santo Domingo (claustro, capilla de San Martín de Porres, cripta de Santa Rosa de Lima). No pudimos entrar en la catedral (estaba cerrada), así que nos quedó bastante tiempo para recorrer las calles cercanas a la Plaza de Armas. Después de cenar, tomamos un taxi para regresar al hotel.
Arequipa
5 de Julio. Nos levantamos de madrugada para volar a Arequipa. Al llegar, nos encontramos con una huelga del sector del transporte que iba a hacernos muy difícil la entrada en la ciudad. Todos los accesos por carretera estaban cortados por los piquetes. Nos habían recogido en el aeropuerto con un coche particular, y pasamos mucho tiempo buscando un resquicio por el que colarnos. Tomábamos una vía de entrada y avanzábamos hasta encontrarla cerrada con grandes piedras; entonces dábamos media vuelta para intentarlo por otro lugar. Al final, logramos entrar a través de una trocha de tierra y piedras tan poco apta para el tráfico rodado que los huelguistas no se habían molestado en bloquearla. Para atravesar algunos tramos especialmente difíciles teníamos que bajarnos del coche (lo que no evitaba que los bajos de éste golpearan contra las piedras).