| La interferencia que supone insertar genes de unas especies en otras puede provocar imprevisibles reacciones en cadena en el mundo natural, amenazando a las especies, alterando los hábitats y equilibrios y abriendo paso a efectos secundarios imposibles de anticipar y controlar.
Una vez sueltos los OGM, no hay nada previsto para su recuperación en caso de problemas, por lo que su imprevisible evolución e interacción en el medio con otros organismos naturales o también transgénicos difícilmente podría ser controlada.
Las patentes: los pobres más pobres
Hasta hace poco, la propaganda de las industrias aseguraba que la manipulación genética es el arma que puede terminar con el hambre. Hoy día, sus asesores de imagen les han aconsejado dejar de decirlo pues en Europa es bien sabido que se están destruyendo millones de toneladas de alimentos por razones comerciales. Por otra parte, se recuerda que ese argumento ya se utilizó, por las mismas empresas, para imponer en todo el mundo el uso masivo de pesticidas químicos que hoy sabemos que, no sólo no han cumplido la promesa, sino que han aumentado la pobreza de los campesinos y envenenado a millones de agricultores y consumidores, además de animales y plantas útiles.
La realidad es que el negocio fabuloso que persiguen ahora las multinacionales supondría, de prosperar, la ruina de muchos más agricultores y la mayor dependencia de los países pobres pues la tecnología es cara y rentable sólo en gran escala industrial.
Y para que nada escape al control y al peaje, las empresas se están asegurando unas nuevas reglas de propiedad comercial e intelectual. Ahora todo es patentable, todo puede tener un propietario, al que habrá que pagar por utilizar organismos, órganos e incluso procesos naturales.
Y no sólo invenciones. Se podrán patentar simples descubrimientos de mecanismos de la naturaleza, cuya investigación por otros científicos y su uso curativo estarán sujetos al pago de royalties.
Investigadores de la industria recolectan por todo el mundo material genético de plantas, animales y personas y las aplicaciones tradicionales de los pueblos más remotos para patentarlos y obligarles a pagar en adelante por lo que dieron gratis.
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