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“El deseo mas preciado de todo padre es que en la vida sus hijos logren aparte de obtener una profesión ser muy buenas personas, útiles a su familia, a la sociedad y su patria…” así pensaba siempre y eso era el ideal de David, un policía muy querido por sus amistades, colegas y las personas que lograron conocerlo; eficiente en sus servicios, decidido, muy cauto en sus intervenciones, dispuesto siempre a prestar apoyo al que lo requiera; vestía el uniforme con orgullo pero con mucha humildad. Desde que contrajo matrimonio con Rosita, una adorable dama, sencilla y muy amorosa, había soñado tener un hijo, para enseñarle todo lo que el podía, todo lo que sabía, que fuera como él y por que no mucho mejor que él, pero el destino quiso que tuviera una sola hija convirtiendo su hogar en un paraíso lleno de felicidad.

Conforme pasaban los años y la niña crecía, la notaba divagar en la soledad, necesitaba una compañía de su edad, alguien con quien compartir momentos de alegría, travesuras y cositas de niños; es en esos mementos en que David empezó a preocuparse y le invadía constantemente la nostalgia de no poder tener un hijo por que Rosa luego de tener a su niña, tuvo que ser intervenida quirúrgicamente al haber detectado los médicos tumoraciones lo que obligaron a extirparle los ovarios. Constantemente eran objeto de bromas y hasta burlas de algunos mal intencionados, ante lo cual y la preocupación por el desarrollo normal de su hija acude a algunos psicólogos, consulta a amigos y familiares, quienes les sugieren la posibilidad de adoptar un niño, con la idea de que su hija al transcurrir los años podría resultar siendo egoísta, engreída, propensa a la soledad y otras desventajas atribuidas a las hijas solas. Luego de tratar con su esposa en muchas oportunidades sobre el asunto, deciden al fin, adoptar un niño en la maternidad, para lo cual se tomó todas las precauciones, siendo lo principal que David y Rosa no conocerían a los padres del niño, ni ser conocido por ellos. En poco tiempo se adaptaron perfectamente a la llegada del nuevo hijo, sus padres se encontraban mas que dichosos y la niña, luego del rechazo inicial y los celos naturales de su edad, aprendió a querer a su hermanito, ilusionada no se separaba de su lado, tratando de brindarle los cuidados y atenciones bajo la atenta mirada de Rosa.  

David, se sentía sumamente motivado por sus dos hijos, el amor de su esposa y la felicidad que Dios le estaba brindando hacían esmerase mas para brindarles cariño y bienestar; el escaso dinero que percibía como policía, lo superó realizando otras actividades en su día de descanso, desempeñando trabajos sacrificados y de mucho riesgo como resguardo de entidades bancarias, por su parte Rosa había incursionado en los negocios con relativo éxito logrando nivelar el presupuesto familiar y vivir con alguna comodidad. Constantemente se regocijaba en el calor de su humilde hogar correspondiendo el cariño, la comprensión y el amor de Rosa, siempre le decía que la lotería mayor se lo había ganado casándose con ella, a lo que Rosa comentaba con sus amistades que David era el mejor esposo del mundo, el amor que ambos se profesaban causaban alegría y felicidad familiar, pero también envidia de algunas personas los que superaban ignorándolos con disimulo. El niño ya había cumplido nueve años, y se le notaba feliz amaba a sus padres con vehemencia y se sentía realmente amado, constantemente manifestaba su deseo de ser médico como su tío Manuel siempre prometía a su mamá que con el dinero que gane le compraría una casa muy bonita y a su padre un automóvil que siempre deseaba tener, al manifestar sus ideas se le notaba espontáneo y muy emocionado. David, siempre pensando en el bienestar de su hogar, aquella mañana cuando se disponía a salir de su casa, luego de despedirse de Rosa con un tierno beso; abrazó prolongadamente a su hijo, trasmitiéndole el calor paternal el afecto mas puro y sincero de un amoroso padre que ama de veras y sin condiciones a su hijo, luego se dirigió rumbo al Banco de Crédito donde cubriría servicio particular aprovechando su día de descanso. A las once y media de la mañana de ese día, insistentemente sonaba el teléfono en la casa de Rosa, al contestar escucho un voz algo nerviosa que trataba de hablarle aparentando calma, indicándole que se apersonara con suma urgencia al Hospital de la Policía Nacional, su esposo había sufrido un accidente de trabajo, trató de indagar obteniendo respuestas muy escuetas que no se trataba de algo grave y su presencia en el hospital era necesario. El corazón le dio un vuelco, sin saber que hacer continuó sentada junto al teléfono, no sabia si dar crédito o ignorar aquella llamada; cuando el teléfono volvió a sonar esta vez tuvo mucho miedo en contestar presentía que algo malo podrá haber ocurrido, las insistencias timbradas la obligaron a levantar el auricular, esta vez otra voz mas pausada le dijo: -Señora, soy funcionario del Banco de Crédito, hemos enviado un vehículo por usted en breves momentos debe estar llegando a su domicilio para conducirlo al hospital, no se preocupe su esposo sufrió solo un leve accidente de trabajo. -¿Mi esposo se encuentra bien?, ¿dígame que es lo que le pasó…? -En el hospital le darán mayores detalles señora, tome usted sus precauciones que el vehículo ya debe estar por llegar a su domicilio- y cortó. 

Ahora si que la incertidumbre y preocupación se apoderaron de ella, ¿un leve accidente de trabajo?, ¿y si es leve por qué lo llevan al hospital?, ¿Por qué tanto misterio? Cuando llegaron a emergencias del hospital Rosa tuvo la sensación que toda las personas la miraban, le pareció escuchar a alguien decir en voz baja “ella es la esposa”, avanzó presurosa presa de angustia y desesperación, un médico y dos enfermeras la abordaron conduciéndola a una pequeña oficina. 

-Doctor, deseo ver a mi esposo, ¿Cómo se encuentra?, ¡donde está! – los nervios la dominaba, estaba segura que algo muy malo ocurría. -Señora, lamento lo ocurrido con su esposo, hicimos todo lo posible por… antes que el doctor concluyera la frase, la mujer estalló en llanto con desesperación llamando a su esposo: -¡No!, ¡no puede ser!, ¡no es cierto!, David, mi amor ¿por que, por que me haces esto? ¡David!, ¡David!, ¡no me abandones, no me abandones! – ahogándose en llanto incontenible sentía desfallecer. –no puedo creerlo quiero verlo, por favor, suplicaba retorciéndose de pena e inmenso dolor que sentía en el corazón.

No pudo soportar más y se desvaneció. Minutos mas tarde al recobrar el conocimiento se encontraba junto al cuerpo de su esposo, el hombre que amaba con toda la fuerza de su alma, el que había sabido ubicarla en el lugar que le correspondía, que la valoraba como esposa, madre y mujer; aquel que supo comprender sus errores y enaltecer sus virtudes; estuvo largas horas con la cabeza gacha contemplando su rostro inerte, no podía concebir la idea de continuar la vida sin su presencia, sin su apoyo, sin su amor. Mas tarde fue informada que una banda de delincuentes asaltaron a mano armada la entidad bancaria donde prestaba servicios y para lograrlo no dudaron con disparar por sorpresa, a mansalva y de muy corta distancia directamente a cabeza por un delincuente que se había confundido con los clientes del banco, mientras que sus compinches perpetraban el asalto, sin darle ninguna posibilidad de reacción. Acabando así con la vida de un humilde policía que solo cumplía con su deber, y con la responsabilidad de procurar el bienestar de su querida familia. A los funerales asistieron las altas autoridades policiales, colegas, familiares y amigos, todos muy apenados, especialmente su amado hijo quien pensativo y en silencio lloraba sin comprender cabalmente que por que motivos tuvieron que matar a su querido padre, si todos lo consideraban un hombre muy bueno, querido y respetado. Luego de la ceremonia y los discursos de orden, el niño muy resuelto y sin cesar de llorar, pidió hablar para despedirse de su padre, lo que generó expectativa general de los concurrentes:    

-Querido papito, te vas y sabes que nos dejas muy triste, Dios sabrá protegernos y castigar a los culpables de tu muerte, siempre te llevaré en mi corazón y no me olvidaré de la promesa que te hice solo que ya no seré médico hoy he decidido ser policía como tu… ya no pudo continuar las lagrimas ahogaron sus palabras.

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Autor: Dámaso BERNAL SAYES
Enviado por damaquito - 01/10/2012
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