Ya había sentido esa sensación en diversas ocasiones, frente a un bebé. Es como cuando notas que alguien está respirando en tu cogote, te das la vuelta y te encuentras con una persona que conoces. Algunos lo llaman sexto sentido, otros repelús; incluso los hay que lo definen como "knack": eso indefinible que está ahí. Las madres - y las abuelas más - saben bien de que estoy hablando. Pués ahora, la ciencia, tan reticente siempre a creer en lo que no se puede demostrar en laboratorio, ha dado el visto bueno al sexto sentido en los bebés. Y han llegado mas allá. Han determinado, según parece desprenderse de la noticia que hemos encontrado en la red, que los niños de pocos meses son capaces de discernir entre el bien y el mal. Lo mas interesante, según mi criterio, es que eso ya lo llevan los "enanos" en su código genético y el entorno e influencias paternas no tienen nada que ver con ello, antes bien, se parece mas a lo que desde hace siglos algunas religiones definen como ciencia infusa, que contradice algunas corrientes psicológicas muy en boga en otros tiempos. Cosa que a algunos científicos/as les sabe muy mal.
MÉXICO, D.F. (EL UNIVERSAL).- Si alguna vez sentiste que tu bebé se daba cuenta cuando habías hecho algo malo a escondidas tenías razón. Investigadores estadounidenses descubrieron que niños de sólo seis meses son capaces de hacer juicios morales. Los seres humanos nacemos con un código ético preestablecido en nuestros cerebros, aseguró el equipo de Paul Bloom, psicólogo en el Infant Cognition Center de la Universidad de Yale en Connecticut. El centro que estudia la evolución, las habilidades y el aprendizaje de los más pequeños, utilizó la capacidad para diferenciar entre comportamiento útil e inútil como indicador del juicio moral, publicó el diario ABC. Los resultados contradicen las teorías de Sigmund Freud y otros investigadores, que pensaban que los seres humanos llegan a la vida como si fueran un lienzo en blanco. En un primer experimento, se les mostró en repetidas ocasiones a bebés de entre seis y diez meses un sencillo espectáculo de marionetas de madera. Una bola roja intenta subir una colina y es ayudada a veces por un triángulo amarillo, que la empuja por detrás. Otras veces, la bola roja se ve obligada a bajar la colina por culpa de un molesto cuadrado azul que le causa problemas. Después de ver los títeres, a los bebés se les pedía elegir un personaje. Una mayoría abrumadora, 80%, eligió la figura útil. "Escogieron al buen tipo, afirma Bloom. En otro experimento, a los bebés se les enseñó una marioneta con forma de perro de juguete. El perro intenta abrir una caja. Un oso de peluche amigable le echa un cable, pero otro oso se sienta encima para impedirlo. Después de ver la escena por lo menos una media docena de veces, a los niños se les dio la oportunidad de elegir a uno de los dos ositos. La mayoría prefirió quedarse con el peluche colaborador. Por último, un tercer experimento de marionetas: un gato juega a la pelota en compañía de dos conejos. Cuando la pierde, uno de los conejos recupera la pelota y se la devuelve, pero el otro la roba y se escapa con ella. En este caso, los niños de cinco meses escogieron al conejo útil. Los de 21 meses fueron más allá e incluso dieron un manotazo en la cabeza al conejo ladrón. Los autores del estudio creen que los padres se preocupan mucho por enseñar a los niños la diferencia entre el bien y el mal, pero "quizás sea algo con lo que los bebés ya vengan al mundo. Por si acaso, procure ser un ciudadano ejemplar delante de su hijo. Nunca estará de más".