Días grises y ocres de un otoño nostálgico que se retira presuroso dejando paso al invierno que acecha con su aire congelante.
Delante de la estufa, hipnotizados con las llamas que crepitan, nos invaden los recuerdos; la infancia, otras vidas, otra gente, sueños de amores casi perfectos que aparentaban ser sencillos, y se volvieron imposibles.
El misterio de la vida, el crecimiento de cada uno, lo que va, lo que viene, personas, amistades, vivencias... unos se alejan, otros llegan y a cada cuál lo que necesita, para seguir adelante. La felicidad, ese bien abstracto, tan anhelado por todos y que se escapa en un suspiro apenas nos distraemos; es que son momentos, flashes en los que nos sentimos vivos, pletóricos, con la certeza de que somos inmortales.
Esos instantes nos son regalados por simplezas de la vida, pero todas sin excepción, dependen de nuestra observación.
A veces personas, son partícipes de estos momentos felices a lo largo de la existencia.
Mi madre, mi amiga, mi compañera, con su amor incondicional, siempre a mi lado, fue partícipe de muchos de ellos, y lo es aún hoy, compartimos muchos recuerdos.
Mis mascotas también han participado plenamente y aún lo hacen, brindándome felicidad; con los animales nos cuesta menos, ya que ellos sí saben del amor y así los vemos, de verdad, sin falsos prejuicios.
Mi hijo, cuando nació y lo ví, me dejó sin palabras, sin pensamiento, absorta en solamente verlo, observarlo, amé cada parte de su cuerpecito pequeño, y me desmayé dentro de sus pupilas reconociéndolo, él volvió a mí de otro tiempo. Cómo casi todo en la vida, ahora que pasaron los años, pienso que tonta fuí, cuando sólo por un instante me dió temor el traerlo.
Y el Amor, que llegó a mí de pronto, en un otoño lejano, como en un cuento; un poco tarde en relación a nuestra medida de tiempo. Llegó sin que lo supiera, escondido en un segundo, brotando entre mil bromelias, gritando colores al viento... Lo ví sin el pensamiento, y se metió muy profundo, me atrapó en mi propio reflejo.
El Amor en sí es perfecto, y dentro de su perfección almacena los prejuicios, los que invaden la razón, con sus miles de defectos, que buscan la perfección y sólo encuentra defectos, que no están en el amor...
El crepitar de las llamas de la estufa me adormece, y te siento en mí, reconozco uno de esos tantos momentos en que estás, tu recuerdo me cala el alma y me regala una cálida felicidad de invierno...