Las manos a la cintura, un pie adelante del otro y el cabello libre al viento. Sonríe: Uno, dos, tres y Clic. A esperar cinco minutos.
Hagamos un recuento.
Son las nueve de la mañana en el Paseo de los Héroes. Nadie lo conoce por ese nombre, basta con decir que es el parque que esta frente del hotel Sheraton. El sol apenas termina de amanecer en el centro de Lima, pero todo ya está lleno. Es domingo y día de salida para la mayoría de empleadas de hogar que trabajan en la ciudad. Vienen de todos lados y la mayoría baja en la avenida Grau.
Antes iban al parque Universitario pero, ahora, hay muchos rateros por allí y les da miedo. Por eso prefieren ir al parquecito frente al Sheraton. Con tacones altos sonríen y caminan felices por la vereda. Como cualquier peruano en Nueva York.
Cruzan corriendo la pista muertas de risa, con los tacones altos que compraron en el “hueco” de la avenida Abancay la semana pasada.
Una de ellas se moja el cabello con el agua de la pileta que aún no está encendida: se arregla los rulos que tiene y un par de gotitas de agua caen por la frente. Se mira en el espejo rectangular fucsia y se siente bella. Es bella.
Su cabello negro y las mejillas rosadas por el calor de su tierra la hacen bella. No se parece a las que salen en las portadas, ella es mucho mejor: es genuina. Pero, como nadie es profeta en su tierra, sigue pensando en pintarse el hermoso cabello negro y ser rubia.
Un grito y ella despierta. Guarda el espejo rectangular y sigue a sus amigas que se sientan en el pasto. Es curioso ver cómo caminan y hasta corren con esos tacos sobre lo verde.
Juan Carlos baja en la avenida Tacna y trae su equipo al Paseo de los Héroes, es una “minutera” que ya no funciona y una de las pocas que quedan en Lima. Se coloca el chaleco verde y la credencial que lo acredita como miembro de la “Asociación de fotógrafos del Paseo de los Héroes”. Coloca la película a su cámara profesional y una a la polaroid instantánea. Arma la silla y se sienta a esperar clientes. Sabe que es domingo y hay mayor movimiento.
El sol se vuelve a ocultar y pierde la flojera de caminar. Se estira y dará el recorrido por todo el paseo de los Héroes con las dos cámaras en el cuello.
“¿Una foto para el recuerdo?”, Así ofrece sus servicios. Camina y Camina, puede dar hasta cinco recorridos antes de su primera fotografía, porque una vez que le tome a foto a alguien, el resto es sencillo: todos quieren una foto igualita.
Juan Carlos llega hasta donde están las chicas y les ofrece las fotos. Todas ellas se ríen y se miran unas a otras. Nadie se anima aún. El profesional sigue su camino y ve parejas jóvenes con bebés, sus futuras víctimas. Ellos aceptan al instante, quieren guardar un recuerdo de su paseo dominical. Como una pareja de peruanos en el Central Park. Clic y cinco soles.
Ellas se quedan pensando en las fotos que no quisieron y se echan la culpa unas a otras. La más “mandada” se lanza a llamar al fotógrafo y es ella la que se encarga de contratar a Juan Carlos. Quieren cuatro fotografías, una para cada una y una del grupo, todas instantáneas.
Frente al Sheraton, frente al Palacio de Justicia, en las llamitas y la del grupo en la pileta. Todas se arreglan para salir en las fotos. Cada una de ellas saca el espejito y se pintan los labios con colores fuertes. Quieren lucir sensuales como las modelos o como las de la tele.
Juan Carlos les enseña las mejores poses y hasta les acomoda el cabello. Todas, muy risueñas se dejan acomodar, quieren lucir lindas y Juan Carlos sabe como. Las otras gentes que pasan por allí, las rodean para ver cómo son retratadas. Ellas son felices y se sienten importantes. Juan Carlos se siente todo un profesional y les habla fuerte para que sigan sus instrucciones.
Clic, clic, clic y clic. Cuatro fotos, veinte soles.
Juan Carlos se olvida de las chicas y se dispone a seguir con su trabajo. Varios transeúntes lo llaman y el trabajo esta fuerte. Hoy saca para pagar a primera hora de mañana la luz o el agua: Familias, enamorados y jovencitas ; todos pugnan por una foto para el recuerdo. El precio oscila entres tres y cinco soles, eso depende. Si es instantánea es más cara: “el proceso de revelado instantáneo es americano y mucho más dificultoso”, eso es lo que dice.
La del cabello negro y las mejillas rosadas de su tierra mira su foto una vez más y no puede dejar de mirarla. Le parece linda y quiere una copia para toda su familia. Aun no sabe si tomarse otra, o esperar a teñirse el cabello de rubio. Se mira en su espejo fucsia rectangular y por un momento viaja en el tiempo. Otro grito la trae a Lima, al paseo de los héroes. Es hora de ir a almorzar al “Pollo Chévere”, el que está junto al “hueco”. Caminan hasta allá y tal vez , luego de almorzar, se anime a teñirse el cabello gratis en una de las academias de Abancay.
Juan Carlos sigue tomando fotos en el Paseo de los Héroes: han llegado más clientes. Caras van y caras vienen.
Ella se entregó al agua oxigenada. Gracias a Dios, aun queda la foto de la primera: bella, genuina, con el cabello negro y las mejillas rosadas por el calor de la sierra.
Pilar Lozano Salas