Una historia basada en alguna de mis experiencias.
¿Un mal día?
Se aproximaba el amanecer lentamente, la oscuridad aún tendía sus sombras sobre la ciudad y hacía ya algunas horas que aquel hombre se encontraba despierto esperando la hora, el último minuto en el que sería indispensable dejar la comodidad del lecho en el cual había intentado conciliar el sueño, lográndolo tan solo de manera intermitente.
Sin pensarlo más, hizo de lado las cobijas y se dispuso a un buen baño que lo ayudaría a alertarse por completo, se vistió y se afeitó para posteriormente dirigirse a la cocina del frío apartamento que habitaba; iba temblando a pesar de haberse abrigado lo mejor que pudo, desayunó frugal y rápidamente para salir de casa rumbo al transporte colectivo del tren subterráneo. Eran las seis de la mañana y el sol todavía no hacía acto de presencia, el lugar ya se encontraba atestado de personas aunque todavía era posible moverse sin ser atropellado por nadie, así como, con un poco de suerte y apurando el paso, poder encontrar un asiento en el cual dormitar un poco hasta llegar a destino.
El transporte se detuvo en la estación en la que debía descender, lo hizo como de costumbre: apresuradamente, casi corriendo para salir de las profundidades del subterráneo, llegar a la calle en la que esperaría un camión que lo llevaría a la empresa en la que trabajaba.
Dieron la siete de la mañana y con el sol asomando sus primeros destellos sobre el horizonte, al fin se encontró en su lugar de trabajo…… Sus compañeros llegaría alrededor de de las nueve de la mañana.
El día transcurrió como ya era costumbre: todo era urgente, había que trabajar a marchas forzadas, sin embargo, de manera increíble, ese día se le permitió ir a comer a su casa con su esposa.
Cansado y muy desanimado por por las exigencias del trabajo, se encaminó a la esquina de la calle en la cual abordó el camión que lo llevó nuevamente al sistema subterráneo de transporte. Caminaba con tristeza, pensando en una mejor vida para su familia, cuando de pronto escucha que alguien silba una melodía alegre, vuelve su cabeza buscando el lugar de donde provenía el sonido sin lograr encontrar a la persona que de manera tan afinada y agradable estaba silbando. No la encontraba por la sencilla razón de que la buscaba dirigiendo su mirada a la altura de sus ojos, bajó la vista y, allí estaba el hombre que silbaba alegremente, se encontraba sentado sobre una tabla de madera con cuatro ruedas metálicas, no tenía piernas y se impulsaba con sus dos brazos en cuyas manos tenía unos protectores fabricado por él mismo con algún pedazo de llanta de automóvil. Sus brazos eran fuertes, así como su tórax debido al diario ejercicio que tenía que realizar para impulsar aquella tabla con cuatro ruedas que le permitía desplazarse.
Su primera impresión fue de sorpresa, un poco de lástima y por último de admiración ¿Cómo podía aquel ser humano sin piernas estar tan contento silbando aquella melodía? ¿Por qué él, que tenía un trabajo, salud y un organismo casi completo, se sentía tan desdichado?
Se sintió muy confundido, abordó el transporte y llegó a casa, comió con su esposa y de nuevo, rápidamente al transporte colectivo para volver a la oficina y continuar con el trabajo durante la tarde.
Al llegar a la oficina, se encontró con la 'sorpresa' de que en dos días debía entregarse el trabajo con mucha urgencia.