PREMONICION FATAL
Son las doce con cincuenta y ocho minutos del medio día en el kilómetro ochenta de la Carretera Panamericana al sur de Lima, lugar en que el astro rey pareciera descargar toda su potencia en una zona desértica, el calor sofocante producía una sensación de bochorno; el Policía Cárdenas con su compañero de tripulación del patrullero el policía Romero, se aprestaban a tomar sus alimentos en el único restaurante del lugar.
Ni bien habían probado los primeros bocados de su plato favorito, la suculenta y sin par “carapulca”, plato típico del sur, más conocido como “El mancha pecho” por su característico color rojizo debido a que, en su preparación el ingrediente principal es el ají colorado. En esos instantes recibieron una comunicación radial de la Central de Comunicaciones de Emergencias 105, indicando que en el kilómetro ochenta y nueve, con dirección a la ciudad de Cañete, había ocurrido un accidente de tránsito de grandes proporciones y con consecuencias fatales.
De inmediato, abandonaron sus asientos como alma que lleva el diablo se dirigieron al lugar indicado, ululando las sirenas del patrullero y antes de que cante un gallo, ya se encontraron en el lugar; pero no apreciaban ningún tipo de accidente ni algo que se le parezca en el kilómetro ochenta y nueve ni alrededores. Falsa alarma, se dijeron.
Para sorpresa de los policías en esos precisos momentos se hizo presente una unidad móvil de la Compañía de Bomberos de Cañete con cuatro bomberos quienes afirmaban haber recibido la indicación de que en el mismo lugar, kilómetro ochenta y nueve se había producido un accidente de tránsito.
Ante tal situación alguien sugirió que posiblemente se trate de un error y que el accidente pudo haber ocurrido en el kilómetro noventa y ocho, mientras que Cárdenas trataba de establecer comunicación radial con la Central Comunicaciones de Emergencias 105 para confirmar el lugar exacto del accidente, pero sin lograrlo pesa a la insistencia, mientras que los bomberos se dirigían al kilómetro noventa y ocho, los policías retornaron al restaurante pensando dar cuenta lo que dejaron pendiente, solo que esta vez con mayor apetito.
Cuando se aprestaban a ingresar al restaurante, un conductor desde su vehículo, con gestos desesperados les solicitaba apoyo, indicando que en el kilómetro ochenta y nueve se había producido un accidente de tránsito con muertos y heridos; otra broma más pensó Cárdenas, pero en esos momentos aparecieron otros conductores indicando lo mismo. Ante ello, nuevamente “volaron”, pensando que en ese lugar constataron que no se había producido ningún accidente de tránsito.
Ya en el kilómetro ochenta y nueve, en el mismo lugar donde se encontraron no hace más de diez minutos, al costado de la carretera encontraron un automóvil aun humeante volteado con las ruedas hacia arriba, los heridos esparcidos por las inmediaciones, el cuadro era trágico y doloroso.
Nuevamente, los mismos bomberos se hacían presentes sin poder explicarse el extraño suceso. No había tiempo que perder buscando explicaciones, había que actuar, auxiliando a los heridos y solicitaron apoyo. La respuesta fue inmediata en pocos minutos se hizo presente “Ángel II” el helicóptero policial donde se evacuaron los heridos.
Muchas horas después luego de cumplir con lo que les corresponde Cárdenas se encontraba pensativo y confuso, tratando de encontrar una explicación de aquel caso tan extraño; constantemente se preguntaban con su colega ¿qué hubiera ocurrido si en la primera oportunidad en que fueron desplazados al kilómetro ochenta y nueve, luego de constatar que no hubo ningún accidente de tránsito continuaban en el lugar? sentía una honda pena por la dolorosa tragedia, pero también un cierto sosiego por la satisfacción del deber cumplido, al apoyar con la debida diligencia y prontitud que el caso ameritaba.
