Era una tarde lluviosa y tirando a fría.
En el cielo se abalanzaban las nubes con el húmedo aliento gris del mal tiempo. La noche tomó posición antes de su hora eternamente señalada desde los principios del universo.
Los vehículos, la gente, la vida de la tierra en este lugar del mundo van y vienen. Buscan resguardo. Es lógico porque llega el final de este día y todo ser vivo corre hacia el sosiego, el reposo.
Cierran las aves sus alas, cierran las flores sus pétalos. El día ha terminado, las ilusiones se renovaran por la mañana.
Algún sueño habrá muerto y otro sueño renacerá. El corazón es así, no quiere entregarse, no puede, no debe entregarse.
Miro todo desde mi ventana empañada por mi propio aliento, aprovecho esto y dibujo algo con el dedo y lo borro. Quizás puse un nombre, cualquiera, qué más da. No hay un nombre en especial, o tal vez si, solo uno. Pero ese nombre me apena escribirlo.
Me acerco a la ventana y miro lo que me permiten ver las luces que ya se encendieron. Cruza una pareja abrazada. Allá, a lo lejos, un perro solitario inspecciona los basureros. Un hombre ensimismado en sus pensares se cruza en la calle mojada con la pareja despreocupada. La pareja sigue su camino indiferente. El hombre se da vuelta y los mira casi deteniéndose, luego sigue su andar. La pareja y el hombre se pierden del mundo de mi ventana. Solo sigue el perro que ya atacó una bolsa de residuos y la destroza a su placer.
La hora sigue avanzando implacable y yo sigo frente al mundo de mi ventana. Ya no pasa gente, ya el perro se fue con lo poco que consiguió. Yo, sin darme cuenta, he dibujado algo en el vidrio. Es un corazón. Lo borro en forma urgente, ¿para qué dibujar un corazón sin vida?...es un corazón que no late y que en el vidrio comienza a desangrarse lentamente en gotas húmedas parecidas a lágrimas.
Miro alrededor de mi habitación. Algunos libros que no me llaman están como aprisionados al estante. El televisor no se prende desde hace meses, la radio encendida con el volumen bajo consume energía sin pausa. La cama tendida parece fría. El techo, hoy parece demasiado bajo, como si quisiera aplastarme.
Vuelvo a instalarme frente a la ventana que se ha vuelto a empañar, limpio un poco para ver y miro la calle mojada, se nota que el viento mece alguna luz amarillenta de vieja o triste, quizás.
Intento pensar que es un anochecer de lluvia nomás. Intento pensar que mañana todo será distinto cuando el sol brille y me ilumine el rostro atravesando mi ventana hoy empañada por mi propio aliento donde escribo un nombre que no quiero escribir y dibujo un corazón que se desangra en gotas que parecen lagrimas.
Intento pensar que estoy vivo y, quizás, he muerto hace tiempo.