Instantes

Las ocho.
Volvía a ser tarde, como siempre.
Todos los días era tarde.

Cogió apresuradamente el bolso y sacando las llaves del coche se despidió de los compañeros sin ni siquiera perder el tiempo mirándolos al hacerlo.

Afortunadamente a esas horas no solía haber mucho tráfico, imaginaba que la gente ya empezaba a estar ubicada en su casa reposando.
Durante el camino pensó que la vida no era justa, que no le daba tantas satisfacciones como preocupaciones y que no le daba tanta paz como estrés, pero al llegar a casa un par de dulces ojos le recordaron que también había vida detrás de las obligaciones.

-‘¡¡Javiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii!!
¡¡Llegó la mamá, llegó la mamaaaaaaá!!’

-‘Hola mami, tenías a Óscar muy preocupado. Siempre se queja de lo tarde que llegas’

-‘Lo sé, lo sé, pero ahora todo pasó. Mamá ya llegó.
Contadme mis ángeles, ¿cómo os ha ido el día?’

Un instante.
Escasos cinco minutos de agradable conversación, besos y caricias, antes de entrar en casa y encontrarse con la sorpresa de todos los días:
El salón.

-‘¡¡Aaaaaaaah!!
¡¿Otra vez igual?!
¡¿Todos los días lo mismo?!
Anda, va, marcharos a la habitación de los juegos mientras recojo todo esto, que todavía tengo que preparar la cena.'

Le impresionaba que un par de chavales pudiesen llegar a revolver tanto, aunque sabía que a su edad era normal que lo hicieran, no dejaba de ponerle de malhumor tener de que arreglar todo, cuando llegaba tan agotada como hoy.

Un calcetín aquí, un zapato allá, la cabeza de un muñeco debajo del sofá, migajas de bollo en la mesa auxiliar…
Mientras recogía, su cabeza iba pensando en lo que podía preparar para la comida del día siguiente. Algo que fuera rápido de hacer, pero a la vez saludable y que no hubiesen comido ya esa semana.
Odiaba más el pensar ‘el qué’ que hacerlo.
En esos momentos le vino a la cabeza que esa mañana se había levantado con el tiempo justo y que se había quedado la ropa dentro de la lavadora:

-‘Voy a tener que sacarla antes de que huela, aunque seguramente estará ya hecha un acordeón. Qué lástima.
¿Se habrán duchado los niños? Voy a preguntarles.
Mañana tendré que cambiar las sábanas, ya deben oler a tigre… je, je, je…
¿Otro calcetín?
Sí, creo que es otro calcetín. Oscar ya va descalzo otra vez, seguro.'

Al agacharse volvió a sentir ese tironcito que le daba de vez en cuando en la espalda. Hoy estaba realmente cansada.
Recogiendo ya el calcetín le pareció ver una sombra acercarse y sin tener tiempo de levantar la mirada ya escuchó su voz:

-‘Hola bonita.
Hoy estás realmente preciosa.
Te echo una mano si me regalas una de tus sonrisas, mi vida.’

Una sonrisa, un abrazo, un beso… Un instante.