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El ángel intruso (Capítulo2)

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"El ángel intruso" (Cap.2)

Francisco Sánchez

2

 

  Jake y Andy se lo llevaron en el coche de policía hacia la comisaría. En el transcurso le hicieron preguntas, del tipo: “¿Recuerda alguna dirección? ¿Sabe de alguien que pueda identificarle?”, pero pronto desistieron, por que todas las respuestas eran demasiado vagas y, cuanto más le interrogaban, más confundidos estaban, así que al rato perdieron el interés en él y comenzaron a hablar sobre sus asuntos, sobre todo de lo que tenía que ver con el trabajo. Jake se quejaba de que, últimamente, le endosaban a él todos los marrones y de que ya estaba harto de ser el chivo expiatorio de todo. Andy lo hacía sobre el trato que el capitán le dispensaba y de que no le hubieran ascendido ya. Después continuaron en el plano de lo personal. Jake estaba preocupado por que tenía dos hijas, de diecisiete y catorce años, y estaban mostrando una rebeldía y desobediencia que no era propio de ellas. Una de ellas, la mayor, le pidió permiso para salir con unas amigas de la familia y después alguien le había dicho que la había visto en una plaza con un chico, besándose y esas cosas. La otra siempre ponía repararos en cuanto a acatar sus tareas domésticas y a menudo su madre se veía obligada a estar encima de ella para que cooperara, que, debido a una enfermedad ósea, no podía, en ocasiones, realizar todas las labores. Andy, sin embargo, estaba triste y preocupado. Se había distanciado de su mujer y ahora parecía que el fantasma de la separación revoloteaba sobre su cabeza como un buitre. En principio, la idea le resultó como un directo al mentón y le dejó grogui. Su mujer apenas era comprensiva con él, incluso se había quejado de lo absorbente que era su trabajo. Pero, lo peor eran todos los daños colaterales de este, es decir, la sensación de inseguridad, el tiempo extra que pasaba con los amigos, la falta de comunicación por el estrés y todo eso. Aquello le cogió tan de sorpresa que aún parecía conmocionado del todo, tan absorto estaba en sí mismo y su trabajo que apenas había notado como las cosas rodaban hasta desencadenar esa tormenta.

-          ¿Tiene familia, amigo?- Le preguntó Jake con esa voz potente y áspera que solía emplear cuando quería llamar la atención de alguien.

-          No, creo que no...

-          Pues sabe lo que le digo, a veces yo desearía no tenerla...

  El viejo sonrió con timidez. Era extraño, incluso irónico, que pudieran desplegar ese sentido del humor tocando un tema que les afectaba tanto y que les resultaba tan agudo. Tal vez era por esa coraza que la gente suele formar alrededor de los sentimientos. Esa coraza que tal vez, en apariencia, pudiera protegerlos de las inclemencias del exterior, pero que también reprimía sus sentimientos, los controlaba y los ahogaba, haciendo nula cualquier solución a su frustración interior, encerrando esa frustración y no dejando que esta saliera al exterior, se dispersara. Sintió pena por ellos. En realidad, sintió pena por toda la gente que le rodeaba, por ese mundo, por que vivían sujetos del miedo que se tenían a sí mismos, por la inseguridad que les privaba de ser abiertos, espontáneos, humildes, sinceros. Enseguida sintió esa atmósfera fatal que sobrevolaba el ambiente como una penetrante brisa y que lo inundaba todo con una sensación de negatividad constante y absoluta. Observó la amplia avenida que se extendía delante de ellos. Estaba atestada de vehículos. Dentro de estos, la gente mantenía rostros rígidos, miradas inciertas, gestos contraídos. Había demasiado egocentrismo en ese mundo, demasiada codicia. Se estremeció por que la sintió de repente como un golpe de  aire frío y se estremeció.

-          ¿Está bien, amigo?- Preguntó Andy, al percatarse de ello.

-          Sí, estoy bien, solo que un poco abrumado. Todo parece tan... áspero...- Respondió él.

-          Sí, bueno, así es la vida, para bien o para mal. ¿No cree?

-          ¿Por qué?- Preguntó él.

-          ¿Por qué, qué?- Repitió algo ofuscado Andy.

-          ¿Por qué tiene que ser así? Me refiero a la vida. Tal vez sea por que es la única forma de vivir que conocemos, pero tal vez no sea la única, y, desde luego, no la mejor...- Comentó el viejo con voz agradable.

-          Sí, bueno...

-          Atención unidad 2 40, hay un posible 1-5 en la esquina de Barraldo con avenida Waler, en el número once. Dad un vistazo y, si necesitáis refuerzos decídmelo. No tenemos a nadie por la zona- Cortó la central con voz de urgencia.

-          Esta bien central, estamos a un par de manzanas, vamos para allá.- Contestó Andy.

  Jake, que conducía, puso la sirena y en un par de minutos se personaron en el lugar. Era un callejón que entraba desde el número once y acababa en una pared vieja y llena de graffiti. Había una entrada de un edificio viejo y allí tres personas de edad avanzada, nerviosas y excitadas, que murmuraban y miraban hacia el interior.

-          Quédese aquí, ¿me oye?- Le dijo el policía más bajito. Luego salió y se dirigió a ellos, preguntando si sabían qué ocurría exactamente.

-    Creo que se están peleando en el segundo piso. Se han oído gritos y un disparo. Nos asustamos y les llamamos. – Dijo un viejo con cara agilada.

-   Sí, allí vive esa gente tan rara, se pasan todo el día discutiendo, con el vecindario, entre ellos mismos...- Corroboró una señora de pelo estropeado.

-          Vamos, Andy.- Los policías subieron hasta el segundo piso. Había un silencio extraño y perturbador. En el pasillo, asomando en la entrada de uno de los pisos, había dos niñas, una de unos ocho y la otra de unos once,  asustadas. El policía las miró y ellas le señalaron a la otra puerta. Jake se acercó a ellas.

-          ¿Estáis solas?

-          Sí.

-          Y ¿Estáis bien?

-          Sí, estamos bien.- Respondió la niña casi sin asomar la cara a través de la puerta.

-          Mamá está trabajando.

-          Está bien, entrad en casa, cerrad la puerta y no le abráis a nadie, ¿Entendido?- Indicó Andy con firmeza.

  Se acercaron a la puerta y trataron de oír algo. Unos sollozos ahogados se colaban a través de esta. Jake tocó en la puerta y ordenó que abriesen. Se escondió tras la pared y se identificó pidiendo de nuevo que abrieran. Nadie respondió. Entonces hizo una seña a su compañero y a la de tres la derribó de una patada. La puerta era de madera y tenía una vieja cerradura, así que se saltó por los aires con relativa facilidad. Al entrar ambos se quedaron estupefactos. Había un hombre tendido boca arriba, malherido, bañado en lo que era un profuso charco de sangre, uno de los más abundantes que Andy, en sus tres años de policía, había tenido la desgracia de presenciar. Sin duda era herida de bala, según Jake, que con más años de experiencia, adivinó nada más echarle un vistazo. Ambos se parapetaron donde pudieron, por si acaso alguien les disparaba, pues aún no sabían a qué se enfrentaban. Observaron al hombre. Estaba moribundo. Andy se quedó helado al contemplar sus ojos. A pesar de estar herido y de estar semi inconsciente, sus ojos revelaron que el hombre sabía que su fin estaba cerca. Unos metros más allá había una mujer agachada casi en posición fetal, pero de espaldas a ellos.

-          ¡Señora, señora!...- La llamó Jake tratando de parecer calmado.- ¿Está usted sola? ¿Hay alguien más en la casa?

  La mujer no contestó, parecía estar conmocionada y se balanceaba hacia delante y hacia atrás de forma mecánica. Andy decidió dar unos pasos y acercarse a ella. Entró en la pequeña cocina. Oyó sollozos y entonces cayó en la cuenta que la mujer abrazaba a una niña pequeña que parecía estar en estado de shock, para que no viera al que Jake supuso su padre, allí, moribundo, ahogado en su propia sangre.

-          Señora, ¿Está bien, está bien?- Cuando la tocó ella reaccionó y les dijo, entre balbuceos y sollozos, que su hijo estaba al final del pasillo. Andy continuó hacia él. Jake le siguió detrás para tratar de cubrirle.

 Al fondo, sobre el trasluz de una ventana se dibujó la silueta de un chico que portaba un revolver en la mano derecha. El muchacho no parecía tener más de diecisiete años. Estaba tenso, asustado, atormentado. Su rostro contraído denotaba la tremenda angustia que surgía a través de su alma. Parecía estar apunto de tomar una decisión fatal. La locura más atroz se dibujó como un reflejo macabro en sus ojos cuando giró la cabeza y les miró.

-          ¡Espera chico, espera!- Gritó Andy al ver que este estaba a punto de suicidarse, con el revolver cerca de la sien.

-          Tranquilo muchacho, tu padre sobrevivirá. Tu padre sobrevivirá.- Jake trató de calmarle.

-          No, no sobrevivirá. Morirá como un gusano, como lo que era...- Dijo con voz ahogada, mientras luchaba por no ceder a las lágrimas.

-          Está muy grave, así parece, pero si llamamos una ambulancia... tal vez...

-          ¿Para qué? – Gritó excitado e irritado.- Para que venga borracho y descargue sus frustraciones sobre mi madre... Mi madre se levanta a las siete de la mañana para hacerle el desayuno. Después recoge la casa y por la tarde trabaja de tres a ocho para traer algo de dinero a casa. Cuando llega tiene que hacer la cena. Ese mal nacido llega del trabajo y se tira en el sofá sin hacer nada. Trae a sus amigos y la humilla delante de ellos, eso le hace sentir mejor. O viene a las tantas de la noche borracho y le pega, o me pega a mi, o, últimamente a mi hermana pequeña, pero no lo hará más, no lo hará más...- El muchacho se levantó exaltado, fuera de sí, como poseído por una fuerza maligna y, blandiendo el arma amenazadoramente, dio un par de pasos en su dirección. Jake y Andy le apuntaron con sus armas reglamentarias y le advirtieron con firmeza que no diera un paso más o dispararían, pero él apenas les oía, tal como no oyó a su madre gritar y rogar que no le mataran. Estaba fuera de sí, conmocionado también por lo que acababa de hacer. La tensión llegó a ser tal que el aire se convirtió en pesado y maligno.

-          ¡No lo hagas Jerry!- Gritó el viejo, apareciendo de repente por la puerta como si fuera un ángel. Su súbita aparición sorprendió tanto a Jake y Andy como a Jerry, el muchacho. Jake le miró como si fuera un loco iluminado y, por un instante, creyó ver un brillo extraño que le emanaba a través de su cuerpo. Se Obligó a salir del trance y aprovechó ese momento de lucidez para dirigirse a él: -Pero ¿Qué coño está haciendo? ¿está loco?

  Por su parte, Andy se quedó sin respuesta, atontado, pasivo, blandiendo el arma sin apenas acordarse de que la llevaba entre las manos. Su voz sonó como un trueno. Su firmeza le hipnotizó tanto a él como al muchacho, que se detuvo a mirarle con tal fascinación que casi llegó a soltar el arma, pero cuando el revolver se deslizó tenuemente entre sus manos, el simple movimiento de este le sacó momentáneamente del trance y volvió a asirla con fuerza, caminando sobre sus pasos, estrujándose sobre la pared, junto a la ventana.

-          Jerry, no tienes por que hacerlo. Ningún destino domina tus acciones, no dejes que lo haga...- Dijo el viejo deslizándose hacia él con pasos lentos y voz profunda y firme.- Tú tienes las riendas, lo sabes ¿no? Mírame Jerry, mírame…- El chico alzó la vista y le contempló y fue como si quedara fascinado por él.- Tu madre te necesita, ¿me oyes? Tu madre te necesita, y tu hermana, tu pobre hermana también, lo sabes ¿verdad? Ya es bastante duro para ella soportar la ausencia de un padre que la quiera y la  cuide para cargar también con la de un hermano ¿no crees?

 Andy le miró mientras pasaba por su lado. El viejo sudaba profusamente. De forma extraña sintió una especie de paz que le sorprendió. Era como una sensación interior inexplicable que le hacía sentir un hormigueo por toda la cabeza y una relajación muscular agradable y apacible. Advirtió que la niña había dejado de llorar. A ella no pudo verla pero sí a la madre, y su rostro se había vuelto más apacible, como si de pronto la tensión de sus músculos hubiera desaparecido por algún potente sedante. Sintió que hasta la pistola le pesaba y más le sorprendió el hecho de adivinar la misma sensación en la cara del chico. Sus gestos tensos se diluyeron y sus ojos ofuscados se tornaron quietos y templados. El viejo caminó hacia él mientras le hablaba con una familiaridad firme y una voz pausada pero a la vez impregnada de naturalidad y convicción.

-          Este hombre ya ha pagado por sus pecados, ¿de acuerdo? No tienes que cargar con ellos, o nunca podrás huir de él. ¿Puede una simple persona desviar una tempestad? Sabes que no está en tu mano. Así que deja que las cosas sigan su curso, para que así tu puedas seguir tu camino, ¿de acuerdo?

   El muchacho se quedó durante un minuto mirándole y llorando, con el revolver pegado a la mano, como si no lo sostuviera, y quiso decir algo, pero en ese instante entraron dos enfermeros con una camilla, aunque se quedaron ligeramente sorprendidos al ver al chico con el revolver. Jake les mandó que se escondieran, pero apenas tuvieron tiempo para ello, por que el viejo se acercó a él y le quitó el arma con serenidad, y el muchacho se abrazó a él mientras continuaba llorando profusamente, entonces Jake y Andy aprovecharon para coger el revolver y para ponerse a su lado y los enfermeros pudieron examinar a la víctima y, después de eso, ponerla en la camilla. Uno de ellos hizo una mueca de contrariedad y todos supieron lo que eso significaba. Andy trató de llevarse al chico pero el viejo le indicó que él lo llevaría hasta el coche policía, y así mismo fue.   

  La comisaría no estaba si no a unos diez minutos de allí, así que apenas pudieron cruzar palabra. Jerry estaba conmocionado aún por lo que había ocurrido. Dejó de llorar al montarse en el vehículo y en vez de eso una especie de triste nostalgia envolvió su dispersa mirada y se entregó a la infinita desolación de su alma con una mueca ausente y férrea. Una vez allí Andy se lo llevó hacia el interior de las dependencias. Jake se quedó a solas con el viejo unos segundos. Le miró con credulidad y fascinación.

-          ¿Qué acaba de ocurrir allí arriba?- Le preguntó con un tono directo y sangrante.

-          ¿A qué te refieres...?

-          Joder, ya lo sabes.- Refunfuñó este con susceptibilidad.- Mira, llevo muchos años en la policía y, por suerte o por desgracia, he tenido que atender casos de este tipo y peores, créeme. Generalmente no suelen terminar así. Cuando apareciste pensé: “!¿Dónde va este chiflado?, ¡Van a hacer que le maten!”, pero no, todo lo contrario. Ese chico se tranquilizó después que le dijiste dos tonterías. Bueno, en realidad, todos nos tranquilizamos...- El viejo sabueso le miró como si esperara que dijera algo sobre ello.

-          No sé, soy afortunado, supongo...

-          Ya... Anda, ven para acá...- Y, una vez comprobado que no sacaría nada de él, le llevó a una habitación donde le tomó las huellas dactilares para compararlas y así tratar de descubrir su identidad. Además de eso, revisaron en el ordenador los casos de desaparición y similares, para ver si podía sacar algo valioso, pero todo fue infructuoso. Después de eso avisó a varios coches patrulla por si averiguaban algo y puso su descripción en la lista de desaparecidos por si acaso la liebre saltaba por donde menos lo esperaban.

  Después de eso Jake le llevó a tomar unas cervezas, pues había terminado su turno y se dispuso a llevarlo a un albergue municipal donde podría pasar la noche y le enseñó comedores públicos para indigentes.

-          Estaremos en contacto, ¿de acuerdo? En cualquier momento puede haber alguna pista. Joder tío, no puedes haber salido de la nada... Ni huellas, ni denuncia de desaparición... Sabes, hay algo en ti... No sé, es una tontería. Suelo reconocer a la gente con el primer vistazo. Soy buen psicólogo, el continuo trato con todo tipo de gentes, tantos años de servicio y todo eso, supongo... Al principio creí que eras un simple indigente, pero no sé...

-          Todos somos indigentes, ¿no crees? De una forma u otra...

-          Sí, supongo. Bueno, ya nos veremos, supongo. Cuídate, ¿De acuerdo?- El policía se alejó con su vehículo, pensativo, tratando de concretar algo que le rondaba la cabeza y que no sabía exactamente qué era.

El ángel intruso (Capítulo2)

El ángel intruso (Capítulo2)

Fuente: http://www.jamendo.com/es/artist/420796/radio-interior-fusion
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Autor: Francisco Sánchez
Enviado por fanchisanchez - 14/09/2012
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