Si te he visto no me acuerdo

Curioso ese invento llamado Internet. En él puedes encontrar desde las cosas más comunes a lo más extraño e insólito que imaginaste jamás.

           Un mar de preguntas sin resolver descubren allí sus respuestas.

           Océanos de imágenes se entrecruzan con una lista interminable de curiosidades.

           Las horas se convierten en segundos y los días en momentos si hallas esa página que despierta tu inquietud.

           La soledad o el simple hecho de querer compartir vivencias e intercambiar ideas en cualquier chat, pueden despertar en uno ese sentimiento de querer más, que a veces llega hasta el punto de crear adicción.

           El chat.

           Como tantos y tantos de los apartados de Internet, estas páginas no están libres de grandes descubrimientos y también de inmensas decepciones.

           Encontrar a alguien que aporte algo a tu intelecto, es tan fácil como complicado.

           Nunca debemos olvidar que en un mundo virtual, todo deja de ser real, cuando cruza la línea de lo irreal.

           Un juego de intercambio de letras puede estrechar vínculos inimaginables con personajes que, en la mayoría de los casos, nunca vamos a saber si son sólo eso, personajes virtuales, o por el contrario son reales y simplemente escriben lo que piensan.

           Los hay que le ponen alas a su imaginación y que interpretan un papel como si de una actuación en una película se tratara.

           Otros, sin embargo, lo utilizan simplemente para expresar lo que piensan o lo que les intriga. Para contar lo, que quizás creen, que al mundo que les envuelve no le interesa.

           Es una válvula de escape para decir lo que en ese momento apetece, sin necesidad de mostrar la cara a nadie.

           Es tan simple como qué si no interesa lo escrito, no se lee, y si se lee y además se responde, puede que la conversación sea de lo más agradable... o incómoda. Pero en ese último caso siempre puedes cerrar y aquí sí vale esa famosa frase de: -‘Si te he visto no me acuerdo.’-

           Es por eso que queriendo o no, reales o no, siempre acabamos siendo personajes. Pero lo curioso, es que en realidad detrás de todas esas letras, hay personas y si bien en muchos de los casos pueden ser para nosotros simples marionetas que nos aportan más o menos distracción, nombres o aliasque olvidamos con la misma rapidez con la que los aprendimos.

           La afinidad por según qué personajes, puede hacer que nos los llevemos fuera de la pantalla y sin darnos cuenta los incluimos en nuestras vidas.

           Somos humanos y por eso nos es fácil obrar como tales.

           Cuando eso pasa. Cuando pensamos en ese personaje como persona, traspasamos la línea de lo virtual poniendo en el mundo real lo que de hecho no tenemos claro si alguna vez lo fue.

            Entonces deja de valer el –‘Si te he visto no me acuerdo’-. Duelen los reproches y nos alegran los elogios y nos interesa el estado de esa persona. Nos preocupa no tener noticias de ella si por motivos desconocidos no las tenemos.

           ¿Qué hacer cuando eso sucede?

           ¿Cómo saber si su silencio es voluntario?

           Esa persona no tiene obligación alguna de dar explicaciones.

           Pero ¿qué hay de malo en ser persona?

           A lo mejor esa persona nunca ha dado el paso que dimos nosotros y sigue siendo un personaje como al principio.

           ¿Quién lo sabe...?

Hasta más leer, hasta más escribir