La existencia humana es el mejor de los poemas, el verso más logrado, la poesía más perfecta. Se podrá crecer por la sabiduría, pero se siente más vida por el corazón. Ahora que está de moda restaurarlo todo, quizás tendríamos que empezar por nosotros mismos, asearnos por dentro para mantenerse erguidos. Sólo los buenos sentimientos pueden unirnos, acercarnos más y ahorcarnos menos, salvarnos del riesgo de deshumanización que nos invade. Hemos matado los sentimientos y caminamos sin alma, rumbo a ninguna parte. Cuando el alma ha dejado de ser un olmo de luz, las sombras ciegan y el lenguaje es un abecedario insensible. Nos puede la furia del interés, el que jamás ha fraguado alianzas perdurables. Cada día hay que tener más cuidado de abrir las puertas del corazón. La compraventa todo lo puede, hasta penetrar en el recóndito sagrario del corazón y sesgarle su libertad.
A pesar de tantos desórdenes, por mucho que en apariencia cambien las cosas, en la naturaleza humana existe un fondo inmutable. Lo que fue, es y será; mal que les pese a los que quieren dominarnos a su antojo y pensar por nosotros. Podremos buscar las mejores sensaciones, las más bellas palabras ponerlas en movimiento, pero sólo el corazón es el único que encuentra el aire dando vida. Su mirada salva todas las distancias. Para saber mirar hay antes que saber sentir. El alma tiene tonos y timbres que la sabiduría olvida. Por ello, es tan saludable descansar, hacer un alto en el camino y respirar profundo, recuperar sentimientos perdidos y equilibrios destruidos por las condiciones de vida actuales, más en continuo desaliento que de aliento. El mundo, que es un efecto de afectos humanos, también anda desequilibrado. Ahí están sus frutos: unos lo tienen todo, mientras otros carecen de lo indispensable para la vida.
Si hubiese más corazón en el corazón del ser humano, el mundo sería otro. Muchas vidas se la juegan a una carta. El mar se ha convertido en el cementerio de los excluidos. Se rescatan cadáveres sin soltar una lágrima nadie. A lo sumo, se dicen algunas palabras para quedar bien. Nada nos dicen esos bebés en brazos de su madre, tampoco los niños ceñidos al miedo. ¡Cuánta cruz soportada en mujeres y hombres, apagados por la angustia y muertos de pena! Cuando hay un sitio en el corazón, lo hay en la casa, en la que seguramente tendremos animales y en la que, sin embargo, la cerramos a seres humanos. Hay tantas cosas que sólo pueden juzgarse con el corazón, que si el corazón falla, la razón se vuelve soberbia. Habría que acordar relanzar tantos sentimientos, que mal obedecen las palabras, cuando las injusticias campean a sus anchas.