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El milagro de vivir

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Estaba por cumplir 18 años, era una joven inquieta con muchas ganas de triunfar en la vida, cursaba el último año de preparatoria cuando ocurrió algo que cambió mi destino por completo.

Fue la noche anterior a mi cumpleaños, no podía dormir, me inquietaba pensar en el hecho de ser mayor de edad, pensaba una y mil cosas, de pronto vi un destello que casi me cegaba pareciendo ante mi un ser que difícilmente podría describir, solo puedo decir que tenía un rostro dulce, hermoso que reflejaba gran alegría, con voz melodiosa me dijo que a partir de esa noche, cada vez que cumpliera años me concedería un deseo, lo que fuera, por más imposible que pareciera, él podría concedérmelo, pero me recomendó que lo pensara bien ya que lo primero que pidiera perduraría sobre los demás.

Con toda la emoción que sentía, pero sin cuestionármelo pensaba en aquello que pediría, después de un buen rato, pedí se joven por siempre, sí, pedí no envejecer nunca. Aquel se mágico, pronunció extrañas palabras, al término se despidió diciéndome que mi deseo era concedido, prometiendo volver al año siguiente me dijo que su nombre era Sibenci.

A partir de aquella noche jamás me sentí cansada, podía hacer todo lo que quería sin sentir agotamiento alguno, a pesar de eso me molestaba mi situación económica, tenía que trabajar para estudiar y como mujer me era muy difícil conseguir un buen trabajo y ganar bien. Decidí pasarla lo mejor posible esperando con ansias el día de mi cumpleaños.

Cuando por fin llegó el día, volví a ver a Sibenci preguntándome cuál sería mi siguiente deseo, sin pensarlo mucho le dije que quería ser hombre, un hombre de éxito, lo que al instante me fue concedido.
Así empezó mi vida de deseos, los que año con año se concedían, permaneciendo siempre joven, pedí inteligencia superior, gran fuerza física, riquezas, habilidades y destrezas para realizar todo tipo de trabajo e inventos; con el paso de los años llegué a ser un joven rico, poderoso, había recorrido el mundo entero, hablaba un sinnúmero de idiomas, tenía casas extraordinarias, aviones, barcos, trenes, los mejores autos, lo tenía todo, sin embargo nunca me sentía satisfecho; los días se pasaban tan rápido, había olvidado ya que alguna vez fui mujer, pensaba todo el año en cada nuevo deseo, aún así no era feliz, de manera que decidí pedir algo extraordinario la próxima vez.

Cuando Sibenci apareció de nuevo le pedí la habilidad de predecir el futuro, me miró fijamente, como deseando saber si eso era realmente lo que quería, sin decir más me pidió que cerrará los ojos, que contara hasta tres y mi deseo sería concedido.

Al hacerlo, cuál sería mi sorpresa, me encontraba como doctor en un hermoso pueblo, la gente era muy amable, no me fué difícil relacionarme; pronto me percaté de mi habilidad, cuando sólo con tocar la mano de alguien por algunos segundos aparecían en mi mente imágenes de sucesos, los que se presentaban como una película ante mis ojos, de tal manera que decidí aprovechar mi habilidad para ayudar a prevenir desastres o situaciones de peligro. Lamentablemente aquello que empezó como un fascinante deseo hecho realidad se fue convirtiendo en una pesadilla, porque me enfrenté a la muerte, en aquel hospital en el que trabajaba empezó a hacerse muy frecuente; era terrrible ver, antes de que pudiera hacer cualquier cosa, quien moriría en los próximos momentos; me había encariñado tanto con esa comunidad que me dolía saber cuando alguien se aproximaba a su fin, fue un año muy difícil para mi.
Por fin llegó mi anhelado cumpleaños, sin falta Sibenci apareció, antes de que preguntara, le dije que no deseaba más predecir el futuro, en medio de mi frustración sin pensarlo, le pedí que quería estar solo, alejado de todos, que no deseaba hablar con nadie; antes de que pudiera retractarme se despidió diciendo - así será.

De pronto me encontré en una pequeña cabaña, al salir de ella me di cuenta de que estaba en lo alto de una montaña, a mi alrededor sólo podía ver otras puntas cubiertas de nieve y a lo lejos apenas alcanzaba a ver un pueblo de los Alpes suizos. Estaba realmente solo en aquella cabaña de grandes troncos, con muebles rústicos, una gran chimenea que daba calor en aquel intenso frío, y lo peor de todo fue que cuando quise emitir palabra no pude, estaba mudo, sentí un gran pesar en el alma pensando que sería otro año lamentable. Durante ese tiempo jamás intenté bajar al pueblo, sólo lloraba, mal comía, bebiendo leche de cabra, que en medio de esa soledad Sibenci había puesto a mi disposición, así como la habilidad para hacer quesos y dulces de avellanas que colectaba durante mis largas caminatas, que de nada me sirvió porque nunca los compartí con nadie, consumiéndome en silencio.

Había perdido la noción del tiempo lo que hizo que me sorprendiera la llegada de Sibenci, quien con voz muy serena me preguntó cual sería mi deseo. Con gran angustia le dije que como ya no quería estar solo y había pasado mucho tiempo sin contacto con otras personas, le dije que deseaba tener la habilidad de adivinar los pensamientos de los demás, pensando que eso me daría ventaja para poder ser alguien importante otra vez.

Nuevamente el genio me pidió cerrar los ojos, contando hasta tres, al abrirlos seguía siendo joven, pero ahora era un joven soldado en algún lugar del continente africano. En mala hora fui a pedir aquel deseo, pues ahora tenía un nuevo tormento, podía escuchar los pensamientos de aquella pobre gente que me rodeaba, sólo escuchaba lamentos, podía percibir a distancia la agonía, el hambre, la miseria; así como también las crueles intenciones de los hombres adinerados de aquel lugar, que sin piedad explotaban a los negros africanos.

¿Por qué me pasaba eso? ¿Por qué Sibenci me ponía en tan terribles circunstancias? No lograba entenderlo, hasta que conocí a un hombre anciano llamado Nicolás, quien a pesar de su edad trabajaba con ahínco la tierra, sus pensamientos fueron un deleite para mi mente atormentada, porque solo emitían una fé fervorosa que jamás había visto, ideas llenas de optimismo y ganas de ayudar a los demás, daba gracias a Dios por cada día, nunca se quejaba de lo poco que poseía. De modo que trataba siempre de estar con él, aprendiendo de su bondad, tratando de bloquear mi mente para no percibir el dolor de los demás.

Antes de que llegara mi cumpleaños, Nicolás enfermó de gravedad, aún en su lecho de muerte sus pensamientos agradecían a Dios la oportunidad de haber vivido, se sentía satisfecho con todo lo que había hecho. En ese momento reflexioné sobre como había desperdiciado mi vida, en qué ser tan miserable me fui convirtiendo, siempre pensando en mí mismo y a pesar de los años tan tristes que había pasado no aprendí el verdadero significado de la vida.

Al llegar el día de mi aniversario, tenía frente a mí a Sibenci, llorando le dije que quería ser quien fui en un principio, que deseaba tener paz y ser feliz; sonriendo me dijo que podía volver a ser mujer de nuevo, pero que no podía retroceder el tiempo y que la felicidad anhelada así como la paz las encontraría por mí mismo.

Con gran resolución cerré los ojos contando hasta tres, al abrirlos estaba frente a un espejo, era casi una anciana, nunca me percaté de todos los años que pasaron pidiendo deseos vanos, con juventud eterna. Pero ahora me sentía tranquila, tenía una confortable casa, con el paso de los días conocí aquel vecindario, estaba rodeada de muchas familias jóvenes, hombres y mujeres llenos de vida trabajando cada día por sus pequeños hijos, por lo general dos por familia; poco a poco me fui relacionando con ellos, quienes decían encontrar en mí sabios consejos.

Con alegría les hacía ver que la vida tenía que disfrutarse con todo lo que nos ofrecía, así las estresadas mujeres se sentían mejor, los pequeños encontraban muy agradable mi compañía, cuando menos pensé, mi casa se había convertido en una gran guardería. Me sentía útil, feliz, podía dormir en paz cada noche.

Dormía, cuando sentí la luz de la ventana en mi cara, desperté con sobresalto, a mi lado estaba mi esposo, me levanté y en la habitación de al lado aún dormían mis preciosos hijos, vi la fecha era el primer día del año 2001, tenía casi treinta años de edad, que extraño sueño había tenido.

Desde esa mañana sentí mi fe renovada, me siento feliz de ser mujer, esposa, madre, maestra, de tener una familia y muchos amigos. Doy gracias a Dios por la oportunidad que me da de ser feliz, con una gran capacidad de amar, pero sobre todo le doy gracias por ser yo misma, aunque con muchos defectos, con la oportunidad de ser mejor cada día y dar lo mejor de mí a quienes me rodean.

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Autor: Yolanda Valenzuela Gaxiola
Enviado por webalia - 30/11/2001
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1) el tiepo
rompetalegas2
al final el tiempo nos pone en nuestro sitio
 0   0  rompetalegas2 - [28/12/2006 16:35:57] - ip registrada
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